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La respuesta de China


por Francisco Pomares

 

  • Lancelot Digital
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    China ha respondido la amenaza de aranceles de Donald Trump haciendo perder en una única sesión de bolsa 600.000 millones de dólares a una de las empresas que hasta ayer se consideraba con más futuro del planeta, la norteamericana Nvidia, primera desarrolladora de Inteligencia Artificial de Estados Unidos. Una desconocida start-up china, DeepSeek, especializada en inteligencia artificial, removió ayer las bolsas estadounidenses tras permitir la descarga gratuita de la aplicación más bajada, registrada nunca en un solo día, y que ayer fue instalada en los iPhones de EEUU y China, en una sorprendente metáfora compartida, sobre la dificultad de ponerle puertas al campo a la nueva economía digital. Trump puede seguir amenazando con sus aranceles, pero una empresa con talento ha dado un revolcón gigantesco a las ambiciones imperiales de POTUS y su ‘América first’.

     

    ¿Cómo ha ocurrido? DeepSeek –traducible como ‘Búsqueda profunda’- ha creado un modelo de IA que funciona con menos dinero: precisa de inversiones menores, utiliza chips más baratos, menos potentes, y ha dejado en cueros en un día el mercado de los semiconductores. Nvidia se pegó ayer un castañazo de órdago, histórico realmente. La mayor caída de una acción en la historia de la bolsa, del que podría no llegar a recuperarse, como ha ocurrido con anterioridad con otros inventos digitales sobredimensionados en sus expectativas. La que hasta ayer era la empresa más importante del planeta –había logrado escalar ese puesto a lomos de la locura desatada por Chat GPT-, ha cedido el puesto a Apple y Microsoft, pasando al tercer escalón del podio. No ha sido la única empresa occidental en estamparse: ACS, Merlin, Broadcom, Super Micro, ASML, fabricante de maquinaria imprescindible para la fabricación de semiconductores, o las empresas japonesas especializadas en la producción de chips. Con ellas ha caído también una idea que Estados Unidos viene aplicando desde hace ya tres años, el bloqueo de la exportación a China de las últimas generaciones de semiconductores, para evitar su crecimiento tecnológico y militar. China desarrolló entonces, y en apenas un par de meses, un tiempo récord, su propia versión de IA.

     

    DeepSeek R1 ha costado menos de seis millones de dólares, frente a los 200.000 millones que han gastado en 2024 las tecnológicas USA para desarrollar las últimas versiones de inteligencia artificial generativa. Es algo parecido a lo que China ya viene haciendo con su coche eléctrico, más barato y quizá mejor.

     

    Es probable que este golpe logre algo más que aturdir a Silicon Valley y su industria tecnológica. China avanza muy rápido y a bajo coste, y seguramente nos dará más sorpresas en un futuro próximo, pero esto es sólo el inicio de una disputa duradera, en la que esta aún por decidir quien va a ganar.

     

    Lo ocurrido tiene realmente dos lecturas importantes. La primera tiene que ver con la inutilidad de políticas económicas agresivas o limitativas. La aplicación de aranceles a productos manufacturados es un asunto; frenar con ellos la economía digital y del conocimiento, que es la economía de este siglo, es otra cosa muy distinta. Las fronteras no pueden bloquear internet, la autarquía es una tentación de los políticos fuertes, pero a los políticos fuertes los vigilan y controlan hoy los propietarios de la industria tecnológica. Difícilmente permitirán Musk, Zuckerberg, Bezos o Gates un retroceso de la globalización, más allá de los juramentos y las imprecaciones trumpistas. Las políticas de regreso al pasado son una excusa para que los políticos cabalguen sobre el sentimiento de pavor de millones de seres humanos aterrados ante el vértigo del futuro. Pero no son el objetivo real de los plutócratas: Trump hará sufrir a muchísima gente, impondrá cambios y nuevas reglas y discursos reaccionarios, nos hará retroceder en derechos y libertades, pero probablemente en diez años será recordado como un ruidoso accidente…

     

    La segunda lectura tiene que ver con el adormecimiento de Europa: desde que empezó este siglo, hemos perdido casi un tercio de la cuota del mercado mundial basado en la tecnología, la digitalización y el conocimiento. Se trata de algo que va a seguir menguando al mismo ritmo que crecen los mecanismos regulatorios, los impuestos y el desprecio institucional por el esfuerzo y la inteligencia.

     

    Me preocupa el futuro de esta Europa instalada en las costillas de un país belicoso y con vocación imperial, pero incapaz de entender que sin invertir en seguridad no habrá paz, que sin empresas no habrá nunca riqueza, y sin trabajo no se construye un mundo mejor.

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