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La oportunidad perdida

Por Juan Manuel Pardellas

 

 

Repsol se ha ido, ¿y ahora qué? Pues, mucho. Para empezar, queda desbaratada buena parte de la estrategia de quienes hubieran pensado en rentabilizar políticamente las voces que se habían movilizado y salido a la calle. Me refiero a partidos enteros, a partidos-partidos, a partidarios de partir partidos y hasta partidos-escoba, expertos en recoger todo lo que se va cayendo o es expulsado de un lado y otro del arco ideológico.

 

La polémica ya no aguanta hasta mayo. En esta tierra hostil (me decepciona que los de Antena3 no le hayan dedicado a Canarias uno de los magníficos reportajes de la serie con ese mismo título http://www.atresplayer.com/television/programas/en-tierra-hostil/ ), máster del universo en probetas que aguantan todo tipo de mezclas políticas, no habría extrañado el surgimiento de una (dos o tres) fuerzas que soñaran con transformar las pancartas en votos, como el milagro de los panes y los peces.

 

Con la excepción del (por utilizar su propia expresión antiperiodística) “selecto” Sr.Helmut Moya el debate petrolero suena ya a prehistórico.

 

Me quedo con varias cosas.

 

  • Que este Gobierno que se nos ha revelado tan ecologista y todos los líderes locales, especialmente los presidentes insulares Pedro San Ginés y Mario Cabrera (que, por cierto, debe ser el único habitante de Fuerteventura, porque es el único que habla en la TVCanaria cada vez que hay una noticia de esta isla) haya desaprovechado el dato histórico de permanencia ocho años (ojo, ocho años) en la Presidencia (sin ser acuchillado por los suyos o ajenos) para desarrollar una política ambiental moderna, ejemplar, valiente, que nos hubiera lavado la cara y convertido, entonces sí, en un referente turístico, ambiental, natural, económico y social en todo el mundo.

     

  • Que siga sin tener dónde cargar mi coche eléctrico, siga siendo carísimo instalarme una placa fotovoltaica en casa, que la recogida selectiva sea cada día una quimera, que los emisarios submarinos sigan echando la mierda a 50 metros de mis playas, donde no encuentro bolas de piche (“salvo en algunos casos”, como dice Rajoy), pero sí todo tipo de mierdas: de perro, colillas, cristales, condones, cajas de cigarros, comida, servilletas, bolsas de plástico, algas, … (Pregunto: ¿eso no impacta negativamente en el turismo?, ¿seguro que los turoperadores no ha dicho nada sobre eso?)

     

  • Que tenemos una clase política que no nos merecemos. Esta tierra (en individuos y como colectivo) vale muchísimo más que sus representantes públicos, con honrosas excepciones. La mayor parte de los líderes se ha convertido en una condena para la sociedad que los sufre, bien por incapaces por sí mismos o porque han caido prisioneros de una gigantesca administración, experta en joderle la vida al que no es funcionario, ni tiene su sueldo asegurado cada mes ni es intocable ni lo pueden echar a la calle (¿Han probado a abrir una empresa? ¿Y un hotel, aunque sea una humilde casa rural? ¿Alguna vez alguien se ha ofrecido a agilizarle un papel en horario de tarde, para que no tenga que perder horas de trabajo para presentar un papel?).

     

  • Que no hay salida. 2014 se cerró con una reducción del paro de 30.000 personas (felicitaciones sinceras a cada una de ellas). Quedan otras 350.000. O sea, que a este ritmo y si no se apunta nadie más, para quedar a cero necesitaríamos otros 11 años. Y en 8, sólo para recuperar nuestra ahora añorada y cronificada cifra de 100.000 desempleados (que tuvimos en los años más boyantes). Son cifras por debajo de la media nacional, pero nuestro presidente y sus voceros insisten en que Canarias saldrá antes de la crisis. Pregunto: ¿de qué crisis?, ¿de la de los pepinillos en vinagre? ¿la del atún escabechado?

     

Por todo ello, la oportunidad perdida no se llama Repsol, sino Paulino Rivero, un gobernante, con una cuota de poder inimaginable para sus predecesores, incluido su elefantiásica capacidad de influencia mediática (con un canal de tv a toda máquina y rendimiento para lo que quisiera, seguido por cientos de miles de espectadores), incapaz de darle la vuelta a esta tortilla archipielágica totalmente deconstruida, putrefacta, estancada, desnortada, desilusionada, cuando tenía en sus manos todas las herramientas para, como un nuevo Moisés, hacer de ésta una nueva tierra prometida.

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