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El modo Zen (de hacer política)

Francisco Pomares

 

El VIII Congreso Nacional de Coalición Canaria, celebrado este fin de semana en Las Palmas de Gran Canaria, ha sido todo lo que un congreso de partido en el Gobierno aspira a ser: tranquilo, pulcro, sin fisuras y con una unanimidad tan rotunda que en la vieja Bulgaria comunista, habrían aplaudido la coreografía. Fernando Clavijo fue reelegido secretario general sin oposición (literalmente, ni un voto en contra), con vítores, aplausos, muchos abrazos y sin una sola voz discordante. ¿El secreto? Sin duda, estar en el Gobierno. Todo fluye mejor cuando se controlan los presupuestos, y cuando el encaje político e incluso vital de la mayoría de los delegados tiene que ver con controlar los presupuestos. Eso no es una característica del ‘modo canario’ de hacer política. En todas partes ocurre así. Por desgracia cada vez más.

 

Pero sería injusto atribuir toda esta paz a la coyuntura. Clavijo no ha llegado a donde está por inercia: su abrumador liderazgo es el resultado de una operación quirúrgica de poder, iniciada hace más de una década, cuando logró imponerse internamente frente a Paulino Rivero en pleno ejercicio del otro poder presidencial omnímodo. El hecho de que siga prefiriendo ejercer de secretario general y no de presidente del partido, como Rivero, es una herencia de aquellos trajines: una maniobra, nada sutil, pero muy efectiva, que provocó la derrota de Paulino, inició su tiempo de descuento y marcó el inicio de una nueva etapa en Coalición Canaria, y desde entonces, Clavijo no ha hecho otra cosa que consolidarse. Primero en el Gobierno y después en la oposición, sometido a la más salvaje operación de caza y captura lanzada en los tribunales contra un político de esta región, una operación cuyo objetivo declarado era no sólo sacarle de la Presidencia del Gobierno –eso se logró- sino lograr su inhabilitación, algo que acabó finalmente haciendo aguas y naufragando en el Supremo.

 

Desde entonces, Clavijo ha mantenido con su estilo Zen un control férreo de la maquinaria orgánica, cultivando lealtades, pacificando disidencias, sacrificando a veces la eficiencia… Aunque hay que agradecerle que haya evitado contaminar a todo el Gobierno con sus nombramientos pacificadores. Ha logrado reconstruir con diferentes enfoques la narrativa del ‘buen rollito’: la que toca ahora es la del ‘modo canario’, una reivindicación constante de la negociación y la búsqueda del entendimiento. Funciona muy bien cuando es uno mismo quien manda. La unanimidad de hoy no es solo una expresión de apoyo coyuntural a su liderazgo o estilo, es el resultado de una hegemonía bien administrada.

 

El lema del congreso, “Canarias Unida”, es un canto a la concordia nacionalista. Pero más aún un aviso velado: mientras Clavijo cosechaba ayer ovaciones y apelaba a una tierra que se defiende “mejor desde aquí”, en Nueva Canarias siguen recogiendo los pedazos de una estructura fragmentada, golpeada por el abandono de los que ponían los votos. Lo de la unidad queda muy bien, sobre todo cuando no existe un relato común, sino todo lo contrario: a un lado, la paz. Al otro, la derrota.

 

Y sin embargo, allí estaba algún representante de Nueva Canarias (sector romaní) que se dejó ver por el Congreso, estrechó manos, sonrió para las fotos, escuchó los discursos sobre unidad… para volver mañana, supongo, a su espacio habitual de queja, señalando a Coalición por romper lo que ellos no han sabido mantener. Es el arte de la hipocresía educada, la que permite compartir café mientras se afilan las críticas, y la que envuelve los desacuerdos en celofán institucional. La “unidad del nacionalismo” existe hoy en el plano de lo performativo, pero no en el de lo estructural. Si algún día es una realidad, lo será sobre la desaparición de los nuevos contendientes, Esto es como la peli de ‘Los inmortales’: aquí sólo puede quedar uno.

 

Claro que hay que convencer a los que dejaron Nueva Canarias y a Onalia de que “unidad” no significa rendición o absorción. Es más fácil cerrar filas en la bonanza que tejer alianzas cuando hay que repartir protagonismo. El discurso de Clavijo, milimétricamente reproducido por su secretario de Organización, David Toledo, pivota sobre la idea más feliz y poderosa del nacionalismo canario: la necesidad de una fuerte presencia nacionalista en Madrid. “La voz ya está ahí”, dijeron ayer, en alusión a Cristina Valido. Pero es una voz muy solitaria. La promesa de “más voces” no es solo una estrategia electoral: es también una forma de proyectar poder sin abrir el debate incómodo –sobre todo para los otros- sobre cómo hacerlo. Las maneras apuntan a un frente amplio, pero ya se verá. La política -Coalición lo sabe-, se parece más a un archipiélago que a un continente: cada isla tiene su lógica, su ritmo, su identidad. El tiempo dirá. El tiempo es -también- un recurso muy Zen.

 

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