PUBLICIDAD
PUBLICIDAD

De la Casa Amarilla a la Casa Blanca

Andrés Martinón

 

 

No ha caído muy bien entre la población de la isla el saber que se está procediendo a pintar de blanco el edificio del Cabildo de Lanzarote. Es curioso porque este inmueble ha sido muy criticado, para mí de forma injusta, y ahora que se quiere modificar se exige no variar su estado primigenio. Muchos alegan que al pintarlo de blanco se pierde el concepto de homenaje al viejo Cabildo de la Calle Real con sus famosos azulejos amarillos (o medio verdes, según se mire); otros creen que la denominada como “dictadura del blanco” no es tan fácil aplicarla a construcciones de gran volumen. En definitiva, lo que quiero decir es que, por la razón que sea, me da la impresión de que hay más gente que lo quiere como fue creado originariamente.

 

Como me gusta hacer comparaciones (pese a que se diga que es de mala educación), esta polémica me recuerda a la que se vivió hace ya unos años cuando el Ayuntamiento de San Bartolomé “invitaba” amablemente a los propietarios de las naves y establecimientos de la zona industrial de Playa Honda a utilizar el blanco como color predominante, en un claro guiño al estilo rústico de Lanzarote y al modelo homogéneo que tanto propugnaba el genial César Manrique. En aquellos días me posicioné a favor del vestir de blanco, como si de una novia fuera, y de hecho, escribí un artículo que se llamaba ‘Como en Wimblendon’, un juego de palabras que aludía a la tradición de este prestigioso torneo de tenis londinense donde es obligatorio vestir de este color neutral.

 

Cuando me enteré de que la primera Corporación sería pintada de blanco he de reconocer que la idea me gustó; que sería un homenaje esta vez al estilo que nos diferencia sobre el resto de islas Canarias pero sobre todo de los miles de resorts turísticos del mundo. Y me explico. Las islas griegas u otras zonas del Mediterráneo también han vestido de blanco pero las nuevas zonas turísticas y los grandes hoteles no siguieron a rajatabla como hizo Lanzarote el lucir de blanco. Considero que el Cabildo tendrá ahora una seña de identidad más; algo que lo hará más cercano a su población, a esa población que siempre buscaba alguna excusa para poder decir que no le gustaba un edificio que yo creo que con el paso del tiempo y nuevas construcciones cercanas (háblese del ansiado Palacio de Congresos) quedaría mejor integrado.

 

Para los que duden de un edificio de grandes dimensiones pintado de blanco, solo tiene que meterse en Google o en Facebook (yo lo vi en esta red social) en el que se apreciaba una imagen que yo no había visto y era la de la imponente iglesia del Pino en Las Palmas de Gran Canaria en los años 60 y estaba completamente pintada de blanco. Y he de decir que lucía bien. Para los que no hayan visto este templo, actualmente muestra un color rojo inglés y cuando era yo pequeño tenía una especie de azul-lila o algo así.

 

Termino diciendo que esperaré a que se acabe de pintar y ya tendremos tiempo de valorarlo. Si no queda bien, siempre se puede volver a pintarlo. Se volvería a gastar un dinero que no sobra pero, vamos, que no habría que volver a construirlo de nuevo. Como decía Groucho Marx, “Estos son mis principios, si no te gustan tengo otros”.

 

Comentarios (0)  



PUBLICIDAD