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El gran dilema

Por Eduardo Álvarez

 

 

Supongamos que soy un ciudadano residente en Canarias sin afiliación política, sin intereses en ninguna institución, con una mentalidad abierta y analítica, con formación media y una cultura más o menos aceptable.

 

Suponiendo todo eso, que reflejaría la situación de cualquier ciudadano medio de nuestro país, llegan las elecciones a las diferentes instituciones publicas nacionales, autonómicas, cabildicias y municipales y me planteo, a la vista de las diferentes opciones políticas que se presentan a las mismas, cual seria el sentido de mi voto.

 

Sin ningún sesgo político o ideológico que me pueda condicionar a la hora de votar a unos o a otros, hago un simple ejercicio de memoria histórica y analizo, porque para eso tengo la capacidad suficiente, todas y cada una de las propuestas que tengo delante, sin olvidar todas y cada una de las actuaciones que en los últimos años han llevado a cabo aquellos que ahora se ofertan para dirigir nuestros destinos los próximos cuatro años, con lo que eso representa para mi futuro y el de los que me rodea.

 

Parto de la base de que lo que me ponen encima de la mesa las diferentes opciones políticas son propuestas razonables, honradas, coherentes con la realidad económica y social que tenemos en la actualidad y, sobre todo, que se presentan con la mayor de las intenciones posibles de cumplir lo que me están intentado vender.

 

Partiendo de esa premisa, me encuentro con el primero de los escollos a la hora de elegir cual de todas es la mejor para mis intereses. La historia me ha enseñado que ninguna de las formaciones políticas cumple con lo que prometen. Es tan fácil como hacer un examen de memoria para darme cuenta de esta triste realidad. Los partidos mienten sistemáticamente cuando llegan las elecciones. Es tan real como es famoso dicho que reza “prometer hasta ganar y una vez ganado adiós con lo prometido”.

 

A los partidos llamados grandes, CC, PP y PSOE solamente les interesa llegar al poder a costa de lo que sea, unas veces se unen los nacionalistas con los populares, otras los socialistas con los nacionalistas y nunca los dos partidos de corte nacional, que muchos piensan seria la solución para muchos de los problemas de Canarias.

 

El único nexo de unión es que a los nacionalistas les da igual arre que so. Les importa muy poco con tal de seguir en el poder y con ello aumentar las desgracias que padecemos los residentes de las, mal llamadas, islas menores.

 

Esta no es una afirmación gratuita porque solamente tenemos que ver como son tratadas las dos islas capitalinas en relación al resto de las que conforman un archipiélago tan extraordinario en lo geográfico como desgraciado en lo político.

 

Si analizo, como pretendo hacer para las elecciones del año que viene, las opciones que tengo en Lanzarote, la desazón es cada vez más grande cuanto mas pongo la lupa sobre las diferentes opciones que vamos a tener.

 

CC se ha empeñado en demostrarme que, como hermano pequeño, no tengo ni por asomo los mismos derechos que los residentes de Gran Canaria y de Tenerife. No tengo derecho a un campus universitario que permita que la educación universitaria de mis hijos me cueste lo mismo que lo que pagan en otras islas y no suponga un escollo insalvable cuando mi situación económica no me permita pagar el sobre coste que esto tiene en la actualidad; no tengo derecho a un aeropuerto acorde con las necesidades del turismo moderno, ni a un puerto que permita cubrir mis necesidades de entrada, tanto de mercancías como de turistas de cruceros; no tengo derecho a una sanidad completa y bien dotada porque hay que mantener a determinadas empresas privadas que se lucran de nuestros impuestos y por eso mis necesidades en este campo tan delicado tienen que ser cubiertas por otros y en otras partes del archipiélago; no tengo derecho a una cesta de la compra barata, como si tienen las dos islas capitalinas, porque pagamos la doble insularidad derivada del paso obligado de las mercancías por el puerto de Las Palmas de Gran Canaria.

 

Esto es solamente una pincelada de las enormes diferencias que, por el hecho de residir en Lanzarote, tenemos con las islas donde residen los órganos de poder en Canarias. Hay muchas mas que todos conocen y que me llevaría demasiados folios detallarlas.

 

Estas desigualdades son las que, interesadamente, ha propiciado C.C. durante los años, muchos a estas alturas, que lleva gobernando esta comunidad autónoma. Un partido que se autodenomina nacionalista pero que desconoce profundamente el significado de esa denominación. Todavía no se han enterado y ya llevan años en estos menesteres, que la base fundamental de un nacionalismo serio es la consideración por igual de todos los residentes bajo el techo de su actuación política.

 

Por eso, cuando pienso en quien votar, mi primer descarte es quien mas daño esta haciendo a mis intereses ciudadanos. Nadie con dos dedos de frente y que resida aquí desde hace tiempo podrá negarme deficiencias ciudadanas tan evidentes como estas.

 

El PP, como siguiente candidato a mi elección esta en una deriva nacional que le lleva proa al marisco. Una profunda corrupción instalada en sus entrañas, unas decisiones políticas mal pensadas y peor ejecutadas, una nula capacidad de renovación en las altas esferas de dirección cuando han demostrado que son incapaces de atajar el mal que les asola y que dejan en absoluta evidencia y completamente desprotegidos a aquellos políticos de su formación que lo están haciendo bien, que son honrados y que solamente luchan por nuestro bienestar. A la cúpula del P.P. le importa muy poco lo que pasa en Canarias, están mas preocupados de salvar sus poltronas y con ello sus ingentes privilegios, que no se dan cuenta que el ciudadano va por otro lado, que el ciudadano, incluso el que ha sido votante suyo en las ultimas elecciones, piensa de otra forma. Podría votar al P.P. de Canarias si no fuera por el sistemático ninguneo que el Gobierno esta haciendo con nosotros.

 

Pesa mas la corrupción, la promulgación de leyes con fecha de caducidad, la sensación de impunidad de sus dirigentes, las explicaciones para tontos, véase caso Barcenas y su “en diferido” despido o Monago y sus viajes para defender nuestros intereses, como si no hubiera Senadores capaces de hacerlo salidos de nuestras islas, pesa mas todo eso que la más que evidente, aunque lenta, recuperación de la economía nacional. Una recuperación que no ha llegado aun al eslabón mas bajo de la cadena.

 

Si soy racional, votar a esta opción política se me hace cuesta arriba precisamente porque lo que hay arriba me impide tenerla en consideración.

 

La tercera opción, la del PSOE, también se me hace insostenible. No voy a recordar ni utilizar como argumento la herencia dejada, que es el arma arrojadiza de muchos para descartarla políticamente, sino que ha sido un partido que, en lo que toca a Canarias, ha sido la pareja fea del baile, sin distinción de sexo, a la que recurríamos cuando no había nada mejor para sacar a bailar. Su afán de gobernar a costa de lo que sea le ha llevado a consentir a los pseudonaciolistas canarios hacer de su capa un sayo y a aumentar las diferencias entre ciudadanos de primera y de segunda o incluso de tercera como los de Lanzarote. Un partido cuya indefinición ideológica le ha llevado a perder su identidad y, como consecuencia de ello, propiciar la aparición de formaciones situadas a su izquierda que le están comiendo la tostada a marchas forzadas. Un partido que no ha demostrado ser capaz de cambiar la deriva que ha llevado en otras épocas y que en la actualidad esta intentando demostrar que el pasado es eso, pasado, pero que no convence ni a los de la izquierda nacional. Y por ultimo, un partido donde la corrupción esta instalada de la misma forma que en el P.P. y posiblemente mas cuantificada a efectos económicos para el ciudadano.

 

Podemos aparece en escena por varias razones, por lo que ha hecho el centro derecha y por lo que ha dejado de hacer el centro izquierda.

 

Como cuarta opción, Podemos ni me la planteo por varias razones muy simples. No me gustan ni los extremismos de derechas ni los de izquierdas y este lo es de esta última. No me gustan los políticos que hacen de las desgracias, conocidas por todos, un discurso fácil y demagógico y que se presentan ante la sociedad como los únicos que nos pueden salvar del desastre. No me gustan los partidos políticos que van adaptando sus propuestas a las circunstancias electorales y que cuando se les pregunta por la solución a nuestros males contestan que están en ello, que van a estudiar las soluciones mas efectivas pero la realidad es que ya habían adelantado las mismas en las elecciones europeas de tanto éxito para ellos. Ahora, después de haber conseguido un éxito sin precedentes, se dan cuenta que muchas, por no decir la mayoría, de sus propuestas son absolutamente inviables. Nos vendieron que tenían la formula mas efectiva para apagar el incendio nacional pero no nos dijeron que era echando gasolina en el centro del mismo.

 

¿Tienen ustedes el mismo dilema que yo?

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