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Desinformación y narrativas sobre África

Por José Segura Clavell

  • Lancelot Digital
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    Hoy le propongo que abra el periódico, recorra los titulares de los medios online o sintonice la radio mientras se toma el café, en un ejercicio decidido por comprender lo que sucede en el continente africano o, como mínimo, poder hacerse una composición de lugar sobre la actualidad de ese inmenso continente. Es una tarea que emprendo a diario, que forma parte de mi rutina desde hace casi cuatro años y que reconozco que oscila entre lo deprimente y lo gratificante, dependiendo de la jornada. 

     

    Las noticias que nos llegan sobre el continente africano, a través de medios españoles en concreto y europeos en general, pueden hundir la moral de personas menos optimistas y perseverantes que quien escribe estas líneas. La información es magra, los datos son confusos y abundan los estereotipos, las simplificaciones e, incluso, un tono que puede ser moralizador, paternalista o despectivo. Algunos países no están en nuestro mapa informativo africano. Otros aparecen cuando suceden guerras, hambrunas o migraciones dramáticas, entre otras formas de violencia contra sus habitantes.  

     

    He de admitir que, como persona que trabaja y se interesa por África, hay ocasiones en las que el desaliento es inevitable. Recorrer los titulares sobre el continente en los medios españoles y europeos es recorrer un catálogo de desgracias, desde conflictos y golpes de Estado hasta atentados, prácticas dañinas contra mujeres y niñas y pobreza. Sin embargo, repito que trabajamos en mejorar lo que ahora llamamos narrativas y apoyar informaciones más complejas, completas y, a ser posible, positivas, que hagan justicia al continente. Como razona la directora general para África de nuestro gobierno, nuestra querida Alicia Rico: “África ha cambiado y necesitamos una nueva mirada”. 

     

    Esta declaración forma parte del programa de un evento que organizamos con ese objetivo, con mucho cariño y la colaboración de grandes instituciones, organizaciones y personas, desde 2016. Se trata del Encuentro de Periodistas África-España, que esta semana celebraba su cuarta edición, con un programa doble en el que destacaba una jornada abierta al público, de nuevo, en CaixaForum, gracias a la cooperación de la Fundación La Caixa. Este año, además, contamos con una sesión intensiva a puerta cerrada el martes, en el ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, muy fructífera y que se pudo realizar porque el ministerio se interesó por la iniciativa, la apoyó con decisión desde el minuto cero y se implicó totalmente en su organización, logística y financiación. 

     

    Sin su contribución en recursos humanos y económicos, habría sido imposible lograr el impacto y el plantel de personalidades y organizaciones que se reunió en Madrid y que ahora, gracias a nosotros, está conectado. Sin ir más lejos, el ministerio sumó a este barco al Servicio Europeo de Acción Exterior, cuya cooperación económica e implicación decidida contribuyeron al éxito de la iniciativa y la abrieron a la Unión Europea: no en vano, se trataba de un acto que se programó como parte de la presidencia española de la UE. 

     

    Finalmente, la Fundación ANESVAD, un socio con el que nos une una historia preciosa de colaboración a través de sus premios y ahora, de este encuentro, también nos insufló parte del apoyo económico para hacernos más grandes y, además, fue extremadamente generosa en el programa de actividades paralelas, invitando a los participantes a un espectáculo de micro-teatro alrededor de las enfermedades tropicales desatendidas. Otra iniciativa que suma a nuestra labor de sensibilización, desde otro ángulo, y cuya pertinencia y elegancia en la forma de tratar el tema, cuya enorme delicadeza y compromiso, hay que resaltar. 

     

    “Equidad y justicia no son aportaciones de los blancos, eran normas de convivencia de obligado cumplimiento en sociedades precoloniales”, declaró Donato Ndongo, un intelectual de enorme altura que fue el responsable de dar comienzo a la jornada abierta a todos los públicos, en CaixaForum. Allí se extendió con recetas, también totalmente pertinentes, para que, si existe un interés real en conocernos y cooperar como iguales, las tomemos en cuenta españoles y africanos. “Fenómenos como la migración masiva hacia lugares más seguros y prósperos deberían suscitar debates serios y profundos sobre las realidades poscoloniales”, añadió, antes de afirmar, rotundo, que “”el negro carece de un gen especial que lo diferencia de los demás“. ”El ser humano es exactamente igual en todas partes“, finalizó. Debo reseñar que cada palabra de su discurso fue puro oro, consejos a seguir y advertencias que debemos tener en cuenta, porque nuestra voluntad de cambiar a mejor y favorecer una relación entre iguales, desde el respeto, la dignidad, la colaboración y la escucha mutua, es real. 

     

    Cambiando de tercio, la desinformación fue, junto con cambiar las narrativas, la otra pata de este encuentro. No en vano, se está convirtiendo en una de las grandes amenazas para la democracia y la convivencia en todo el mundo y, tanto en España como en los países africanos, ataca a las instituciones, la población más vulnerable y los sistemas consensuados por todos para ejercer nuestras libertades públicas y privadas. 

     

    Este es un tema del que hemos hablado mucho, y con el que hemos convivido siempre, pero que los cambios tecnológicos de los últimos diez años han potenciado hasta el punto de convertirlo en una de las grandes amenazas de nuestro tiempo y hacerlo evolucionar a una velocidad trepidante. Hace tan solo seis años, en 2017, aparecía la palabra ‘posverdad’, incorporada a finales de ese año como neologismo en la actualización del diccionario de la Lengua Española. Un año antes, en 2016, el término en inglés, ‘post truth’ recibía desde la Universidad de Oxford el título honorífico de ‘palabra del año’. Era el año de las elecciones de Donald Trump, y el término remitía a que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública que los llamamientos a la emoción y a las creencias personales. Nosotros, en español, hemos identificado la forma compleja del inglés con un bisílabo, que significa exactamente lo mismo: bulo. Las redes sociales son su territorio predilecto y nos hemos habituado ya a convivir con una nueva terminología, que incluye expresiones como ‘granjas de trolls’ o deepfakes. 

     

    En este sentido, quisiera recordar que Casa África monta formaciones, en colaboración con las embajadas de España sobre el terreno, destinadas a compartir conocimientos con periodistas africanos en materia de desinformación. Se trata de una iniciativa de enorme éxito, diseñada por nuestro jefe de Medios de Comunicación, Joan Tusell, que ya ha visitado Nigeria, Namibia y Kenia y que resulta especialmente interesante para verificadores y periodistas tanto españoles como africanos. 

     

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