Corrupción Canaria al servicio de sus amos
Por Cristina Duque
Podría decir que nos hemos quedado estupefactos al ver como el Cabildo, gobernado por CC y PP, aprobó en Consejo de Gobierno la concesión de la licencia turística al Hotel Sandos Papagayo, un símbolo de la corrupción urbanística y uno de los legados que nos sigue dejando Coalición Canaria cada vez que toca el poder. Ya sabemos donde están los representantes públicos que colaboraron con semejante atentado ambiental.
¿Se acuerdan cuando el consejero de Política Territorial dijo que no querían ninguna cama más? El mismo que ahora dice que es competencia del Ayuntamiento de Yaiza y que están obligados a conceder la licencia por una sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Canarias. Claro que Coalición Canaria tome al pueblo lanzaroteño por tonto es algo que cada vez les funciona menos.
¿Saben que dice exactamente la sentencia? Lo único cierto es que obligaba al Cabildo a resolver el expediente concediendo o denegando la autorización. Claro que es mejor mentir para poder justificar que los intereses de sus amos son más importantes que los del pueblo lanzaroteño.
Es la herencia que deja Coalición Canaria allá por donde pisa. Esqueletos, construcciones sin terminar o terminadas sin poseer todos los permisos necesarios y por supuesto, todo ello, con un toque de cinismo absurdo haciéndose ver como los defensores de Canarias. Eso sí habrán pensado eso de "vamos aprovechar las fiestas y así lo camuflamos. Claro que no han podido comprar a todos los medios de comunicación y por desgracia para ellos, ha salido a la luz. Traten de buscarla en medios que ni hace falta nombrar. Y es que para ellos, la comunicación también ha dejado de ser pública.
El Partido Socialista trató de llevar a cabo su demolición desde hace años y sólo la justicia lo impidió en el mandato pasado.
Y mientras el Sandos Papagayo va camino de legalizarse sin licencia de obras o de actividad y sin permiso de ocupación, los canarios de bandera se llenan la boca para criticar sin darse cuenta que, más que representantes públicos, se han convertido en unos terroristas ambientales al servicio de unos pocos.