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Amnestía. ¿Olvidar o perdonar?

 

Andrea Bernal

 

 

 

 

  La palabra amnistía, ἀμνηστία, significa olvidar. La privación del recuerdo ya estaba presente en la filosofía griega del s.V a.c, concretamente durante el gobierno de los Treinta Tiranos tras la guerra del Peloponeso.

 

La amnestía es privación del recuerdo.

 

Si Platón sostuvo que aprender es recordar lo que el alma ha olvidado, -anamnesis-, el saber tiene relación con el diálogo del alma consigo misma. Es decir, es el aprendizaje reflexivo del yo y del recuerdo que tenemos lo que constituye el verdadero saber.

 

El olvido, por tanto, -que no el perdón- nos sitúa en un extinguir de responsabilidad propia, en un oblitus o dejar de retener algo en la mente, como etimológicamente alude el verbo olvidar.

 

La amnistía griega implicaba una transformación moral del transgresor, pero también implicaba un pacto de reconciliación; pues el hombre, el ciudadano, aguardaba el propio orden moral en paralelo a la polis.

 

 

En filosofía del derecho, se entiende que no hay una amnistía, sino varias modalidades: desde generales u absolutas a amnistías negociadas, parciales o condicionales.

 

Las amnistías, que son siempre plurales, no impiden hacer efectiva la responsabilidad jurídica, pero tienen sus límites en casos de violación de los derechos humanos.

 

Cuando el gobierno oligárquico de los Treinta Tiranos de Grecia -que asesinaron en torno a un 5% de la población en Atenas- fueron derrotados, se decretó una amnistía. Aristóteles la contemplaba como inusual y matizando “por las cosas pasadas nadie podría vengarse de nadie, excepto de los Treinta”, y los propios atenienses la aceptaron de forma insólita por su forma de contemplar las leyes.

 

El ciudadano griego tenía ánimo de bien común y no de venganza, de modo que al regresar al Pireo – como señala Andócides- accedieron a la misma. Se trataba de “me mnesikakein”, el no recordar mal.

 

Han pasado siglos, y la palabra que oímos hoy cada diez minutos en los informativos, se acerca más al perdón -esa medida de excepción para condenados, o el extinguir de una responsabilidad-, que a las negociaciones o a pactos para el bien común.

 

Para otra crónica guardo el hablar de las “formas”. Sí, esas formas de acción que también son importantes. Esa palabra que viene de “imagen”, de “horma”, pero que también nos invita al verbo formar y “formarnos a nosotros mismos”.

 

Pero piensen qué hacemos/ formamos cuando nos perdonamos, cuando olvidamos, y vayan reflexionando si en ello es importante la “forma y el contenido”.

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