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Carlota, la estudiante de educación especial que desmonta la 'ley Celaá'

 

Tras pasar un auténtico infierno en la educación ordinaria, esta joven con discapacidad ha aprobado una oposición a funcionaria gracias a la educación especial 

 

  • Lancelot Digital/VozPopuli
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    Carlota de Castro tiene hoy 22 años y, a pesar de ser una persona con discapacidad desde que nació, acaba de aprobar recientemente una oposición a funcionaria y se ha sacado la Educación Secundaria Obligatoria (ESO) gracias a haber podido estudiar en centros de educación especial que ahora se podrían ver abocados al cierre en un plazo máximo de diez años por la conocida como 'ley Celaá'. 

     

    "Cuando tenía seis meses de vida, el jefe de neurología del Hospital La Paz nos dijo que nunca iba a poder andar ni a hablar", recuerda su madre, Beatriz Moreno. Carlota es la segunda de sus cuatro hijos. Durante tres años ningún médico, ni siquiera en Estados Unidos, pudieron dar un diagnóstico sobre la discapacidad, síndrome o enfermedad que padece. 

     

    Su primer contacto con el sistema educativo fue en una guardería ordinaria a la que entró junto al mayor de sus hermanos. "Su adaptación allí fue insoportable: no podía avanzar nada porque necesitaba que una persona estuviese continuamente con ella, no le permitían ni ir a las excursiones por lo dependiente que era, todo eran pegas", recuerda su madre. 

     

    "Al pasar a primaria la cambiamos a un colegio de educación especial de Madrid especializado en niños con síndrome de Down y allí vivió un cambio salvaje para bien. Se convirtió en una niña alegre y muy cariñosa a la que le ilusionaba ir al colegio y estar con otros niños y aprender", añade Beatriz Moreno. 

     

    Rápidamente se convirtió en una de las niñas más avanzadas de ese centro de educación especial; "la reina del colegio", en palabras de su madre. Así que sus progenitores decidieron matricularla en un colegio normalizado a los ocho años. 

     

    El "horror" de un colegio ordinario para un discapacitado

     

    "Aquello fue el horror. El resto de niños le hacían el vacío, los profesores se quejaban porque supuestamente causaba problemas, no llegaba al nivel escolar del resto, no tenía el nivel de lectura y de aprendizaje que los demás", recuerda su madre. 

     

    Los otros niños se burlaban de ella porque no podía hablar como el resto. Además, sufre de hiperactividad, tiene glaucoma desde los 11 años y su aprendizaje era mucho más lento que el del resto de niños. "Las tablas de multiplicar eran un suplicio para ella", recuerda su madre. 

     

    Volvieron a cambiarla a un centro de educación especial en el que permaneció hasta los 18 años y ahí fue donde despegó. "Son colegios donde se les da apoyo pedagógico especial y donde cada niño recibe una educación adaptada a su nivel", indica su madre. Allí aprendió a leer, a multiplicar y a avanzar en todos los aspectos posibles. 

     

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