Un cascabel, un gato y la Inteligencia Artificial
Creadores de las Islas reciben con demandas de más información y escepticismo el anuncio de la primera ley que regulará las IA
El anuncio de la futura aprobación por parte de la Unión Europea (UE) de la primera ley que regule las Inteligencias Artificiales (IA) responde a todas las demandas de sectores como los creadores de cómics y a la vez busca aclarar sus dudas sobre las posibilidades reales que tendrá esta legislación.
Las IA son bien recibidas cuando traducen antiguos pergaminos, hacen dibujos de situaciones impensables o facilitan la vida a los humanos. Pero existe una parte un tanto inquietante y siniestra como es la apropiación de obras ajenas de las que se pueden obtener beneficios, lo que a su vez degeneraría en pérdida de puestos de trabajos y de ingresos para los auténticos creadores.
En Canarias los autores se muestran escépticos dentro de la incertidumbre general que existe, lo que no quita que reserven un lógico espacio para la posibilidad de que efectivamente se avanzará en el camino que consideran deseable. La mecánica de las IA es sencilla de explicar, pero el resultado no lo es tanto. Estas aplicaciones se nutren del máximo de contenidos posibles que absorben de la Red, tanto si son protegidos como si no, en una primera fase que se llama entrenamiento. A continuación, elaborarán lo que se les pida mezclando el material engullido como si de una descomunal batidora de algoritmos se tratara.
El dibujante Eduardo González, autor de cómics como la versión de Mararía de Rafael Arozarena, todavía no tiene clara cuál es su posición ante las IA, básicamente porque su irrupción ha sido tan rápida como contundente. Por lo tanto, se mantiene a una prudente distancia con el fin de observar cómo se desarrollan los acontecimientos que visto lo visto, se suceden a velocidad de vértigo. Por lo pronto queda claro que este campo de la realidad virtual “se expande sin parar y afecta a más ámbitos, lo que resulta sorprendente cuando hace un año casi no se oía hablar de esta cuestión. Y lo cierto es que este tipo de historias raramente caminan hacia atrás”. Comparte la preocupación de informáticos y dibujantes ante la proliferación de un fenómeno tan difícil de comprender y de abarcar.
Tampoco está al tanto de las novedades que han surgido durante los últimos días en la UE y por ello pidió asesoramiento a los amigos que puedan entender de esta cuestión. Lo poco que sabe, como le ocurre a casi todo todo el mundo, es fruto de su propia curiosidad y la conclusión extraída es que realmente se está “ante un concepto nuevo, no sólo una herramienta, sino que efectivamente es algo que va más allá. Me parece brutal que basten diez segundos para plantear una pregunta y obtener el resultado”.
El dibujante asegura que hasta ahora no ha tenido ningún encontronazo con esta tecnología y no sabe si algunos de sus trabajos han sido utilizados sin su permiso. “Supongo que dentro de unos cinco años cuando todo esto se haya generalizado me acabará afectando”. No cierra las puertas a que en el futuro pueda utilizar IA en sus trabajos, siempre desde la base inamovible de que la parte creativa estará a su cargo. “La idea tal vez sería utilizarla como boceto, referencia y luego irla cambiando. Eso no me parece mal y no descarto hacerlo”, dice. No sabe qué podría pedirles a los legisladores porque se confiesa “un absoluto analfabeto de estas cuestiones” y tampoco parece muy entusiasmado con esta alternativa sino más bien da la impresión de que si dependiera de él preferiría que las cosas sigan como están.
Entre las personas a las que González ha acudido para pedir asesoramiento se encuentra el abogado y licenciado en Bellas Artes, Juan Antonio Rodríguez Armas, Juanan, colaborador en la revista Krónikas. Debido a su doble profesión ha sentido mucha curiosidad por el nuevo texto legal y realizado diversas consultas sobre los sistemas de IA para saber por dónde van a ir los tiros. En principio se confirma su impresión inicial de que se está ante “una auténtica revolución” parecida a la que tuvo lugar hacer algunos años con la informática. Una vez que salieron a la luz las primeras noticias sobre la aprobación de esta legislación consultó la página del Parlamento europeo en la que se recoge el contenido básico de la propuesta. Comprobó que se plantean una serie de clasificaciones y prohibiciones sobre los distintos tipos de IA, según su riesgo, que va de mayor a menor y desde el inaceptable, al limitado pasando por el aceptable.
La legislación pretende establecer que las IA generativas, capaces de desarrollar contenido como texto, música, imágenes audios y videos, cumplan unos requisitos de transparencia, revelando su origen. También se diseñarían modelos para prevenir usos ilegales y publicarán resúmenes de datos protegidos por derechos de autor utilizados para el entrenamiento. El abogado opina que se debe esperar a ver la forma de plasmar en la realidad esta declaración de intenciones, especialmente respecto a la protección de los derechos de propiedad intelectual. O cómo se compagina la existencia de IA generativas, con el hecho que para desarrollar esas ilustraciones las apps han sido entrenadas empleando trabajos ya existentes con derechos de autor, a los que no se ha pedido autorización ni pagado. A partir de aquí basta con recogerlas de la red, meterlas en el sistema y crear una base de datos, a la que ahora mismo acceden los usuarios, con casi total libertad, extremo que se quiere regular.
La propuesta se desarrolla a tal velocidad que según este letrado, “en cinco años o incluso antes, no se sabrá si los autores de algunas series son reales”. En principio los tiros apuntan a que el límite de uso se establecería cuando el resultado tuviera un fin comercial y suponga la obtención de un beneficio económico y también si se trata de trabajos de investigación y divulgación, en los que se deberá citar la autoría. En estos momentos se desconoce a ciencia cierta qué forma de control se establecerá para las imágenes con código abierto y acceso libre por lo que dado este complicado escenario el consejo es que los creadores registren las obras para poder defender sus derechos de autor.
“Estamos ante una situación crítica, porque conseguir la protección de los derechos de propiedad intelectual y por ende de los autores ha supuesto una lucha ardua a lo largo de la historia que se ve comprometida con esta nueva tecnología. En nuestro ordenamiento jurídico, la propiedad intelectual se atribuye al autor por el solo hecho de que sea creación suya”, señala. La ley española diferencia entre los derechos económicos y los morales, tales como el reconocimiento de la autoría, la integridad y no alterar la obra. Estos son irrenunciables por el autor, aunque sea una editorial o una productora, quienes exploten la creación.
En la actualidad se hace frente a nueva realidad, en la que una obra es generada por una inteligencia artificial, desarrollada por humanos, pero el resultado final se gesta mediante la interacción de un tercero no creador por lo que la pregunta sería: “¿Quién es el autor? ¿Quién tiene los derechos económicos y los morales? La ley tendrá que regular esta nueva realidad, como ha hecho anteriormente con otros avances tecnológicos”. La cuestión ahora es concretar si el dibujante real es quien hizo los dibujos originales o quien los obtuvo a base de mezclar los existentes, “ahí está la pelea a la hora de fijar las reglas del juego”.
La dibujante Michaela Konrad ha participado hace algunos meses en las actividades de Salón de Cómic de Tenerife con una exposición llamada The Vacuum Cleaner, de contenido futurista. Tal vez por la pasión que siente hacia estas temáticas es una de las autoras de las Islas que más preocupada se ha mostrado sobre la aparición de las IA y la nueva normativa. Especialmente por lo relacionado con los puestos de trabajo que puede destruir o el dinero que los creadores dejen de recibir. No habla de una posibilidad sino de algo que ya ha ocurrido a raíz de la actividad de empresas como las asentadas en Silicon Valley que acaparan archivos, datos e imágenes ajenas para introducirlas en aplicaciones gratuitas cuyo uso es cada vez más sencillo. “Estas compañías no pagan impuestos en los países a los que hacen más daño y crean apps en las que introducen miles de contenidos que son obra de personas reales para entrenarlas a la hora de generar otras de coste cero. Todo esto puede perjudicar mucho a los autónomos”.
El panorama es tan enrevesado y llega a tal punto la saturación que prácticamente resulta imposible o como mucho sería fruto de una casualidad, que el dibujante descubra que su obra ha sido pirateada.
Apenas hace unos meses que la ingeniera nuclear y dibujante tinerfeña, Patricia Martín ha irrumpido en el mundo del cómic con su trabajo Coraje, uno de los pocos de estilo Manga de Canarias. La autora asegura que no está demasiado preocupada por las IA y recuerda que algo parecido ocurrió cuando apareció el arte digital. Es optimista y cree que llegará un día en el que este campo esté regulado de manera que se podrá disfrutar de forma lícita de las ventajas de una herramienta tan potente que puede ayudar y facilitar la parte más tediosa de su labor.
“Digo que no me preocupa demasiado porque las IA sólo pueden crear en base a lo que les enseñemos los humanos, su creatividad es muy limitada. Quienes tenemos el poder de trascender algo que no existe sólo somos nosotros. Los cómics que he visto hasta ahora son penosos y me parece que las consecuencias negativas recaerían más bien en los ilustradores porque no veo que sea una amenaza real o puedan hacer sombra a un buen autor de cómics ”. Coincide en que le resulta terrible que se repliquen obras de otros artistas simulando en muchos casos su estilo, “porque se cargan de golpe todo su esfuerzo”. A la nueva normativa le pide que incida en la protección de los derechos de autor y evite que determinadas personas se lucren con el trabajo de las demás y se exija trasparencia a las empresas de manera que no obtengan beneficios de unas obras por las que no han pagado.