Y quien lo quiera coger, que lo coja
Andrés Martinón
El otro día entrevistaba al gerente de un puerto deportivo de Lanzarote (tampoco es que haya muchos) y me explicaba con un ejemplo cómo no se entiende que en una isla como Lanzarote la vela no sea uno de los deportes más practicados. Hacía alusión a las que puedan ser consideradas mejores condiciones para la práctica de esta modalidad deportiva quizás de todo el mundo. Su comparación fue gráfica: “Es como si viviéramos al pie de Los Alpes y la población no supiera esquiar”.
Le di la razón por completo. Lanzarote tiene buen tiempo todo el año. Un océano Atlántico que nos proporciona vientos constantes y de toda índole, según la zona de la isla en que se navegue; tiene instalaciones preparadas (de esto hablaremos luego), una orografía y unos puertos que permiten plantar los campos de regata a escasos metros de tierra con el ahorro de tiempo que conlleva; navegantes y profesionales campeones y curtidos en mil batallas, etc.
Y sin embargo, el porcentaje de la población que practica el deporte que no solo ha dado más campeones en Canarias sino que le ha proporcionado más medallas olímpicas a España es mínimo. En la conversación salieron varios asuntos: necesidad de mejoras en rampas e instalaciones portuarias, una apuesta decidida desde las instituciones con la adquisición de embarcaciones y material; colaboraciones público-privadas para equipamiento y organización de competiciones; acceso en los centros educativos al conocimiento de este deporte con bautizos de mar. En definitiva, apostar por lo nuestro.
Y digo que la vela es lo nuestro porque lo es. Porque hemos sido una población que vivió del mar. Un lugar donde los pescadores iban a faenar en barcos impulsados por el viento y se afianzaban como grandes marinos. No es casual, que, a excepción de la lucha canaria, no haya un deporte más nuestro que la vela latina. Nacida del enfrentamiento entre embarcaciones pesqueras para medirse en su destreza a la hora de regatear y de demostrar el dominio de la navegación: una isla, al igual que en Gran Canaria, donde la población llana acudía a los muelles o a la costa (con sus prismáticos los más previsores) a seguir el desenlace de la regata.
Sin embargo, a excepción de municipios como Yaiza o del antiguo grupo de gobierno en el Cabildo que sí que apostó por el impulso de los barquillos y la creación de un centro especializado, se ha vuelto ahora a un letargo que aleja a la población de este deporte limpio, inocuo, estético y de grandes habilidades y técnica.
Y le dije al gerente del puerto deportivo que el asunto no va a cambiar. Que los políticos no consideran la vela como algo de los canarios. Tienen la mediocridad de pensar que la vela es algo elitista o de gente con dinero. Por eso no habrá políticos con valentía para inyectar cantidades económicas similares a la de deportes como el fútbol. Temen que le puedan decir que ayudan a los ricos.
Finalizo. En estos últimos cuatro años no solo no se han acondicionado espacios, como podía haber sido una buena rampa en el Islote de la Fermina, sino que se ha desmantelado hasta el Centro Insular de Deportes Náuticos del Cabildo, que, con grandes profesionales en su haber, ha caído en una especie de agujero negro hasta llegar a la muerte. Y lo peor es que si el grupo de gobierno ha podido tener la culpa de esta situación, ninguna otra formación le ha pintado la cara y ha denunciado esta situación.
En definitiva, tener identidad y apostar por lo tuyo no depende de la etiqueta que te quieran poner. Depende de lo que tú creas en ello. Y yo creo en la vela y en lo que es nuestro. Y como decía Manolo Vieira (DEP): “Y quien lo quiera coger, que lo coja”.