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Voyeurismo especular

  • Francisco Pomares
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    Tras una denuncia del PSOE, la Junta Electoral ha obliga al candidato del PP a la presidencia del Gobierno de Canarias, Manuel Domínguez, a retirar media docena de vallas publicitarias repartidas por los alrededores de las carreteras de las islas, en las que el candidato es presentado como “alguien en quien confiar”. El criterio de la Junta electoral -que comparto- es mantener la absoluta prohibición de la difusión de publicidad o propaganda electoral desde la misma convocatoria de las elecciones hasta el inicio legal de la campaña. Nadie nos va a librar de la sobredosis que viene, pero tampoco hay que empezar desde tan pronto. Las vallas del candidato del PP, como las de los alcaldes de media docena de pueblos de las islas que se asoman en las lindes de las principales autovías, o las de los sonrientes candidatos de otros partidos, son por tanto legales (quizá sería más correcto decir que eran legales), pero sólo hasta que se convocaron las elecciones el pasado cuatro de abril. Y dejan de serlo a partir de ese momento y hasta que se inicie la campaña, tras la proclamación de las candidaturas oficiales el 2 de mayo, con su publicación en los diferentes boletines provinciales.

     

    El PP, que es –probablemente- quien ha pagado las vallas de Domínguez, deberá pedir a su agencia de publicidad que tape la imagen sandunguera de su candidato presidencial, al menos hasta que se inicie formalmente la campaña. La Junta no suele actuar de oficio, y es por eso probable que las vallas con las enormes jetas de los alcaldes cantando las bellezas y excelencias de sus respectivos municipios –pagadas con fondos municipales-, o las de los felices candidatos ‘comprometidos con La Laguna’, o la de los recién nominados candidatos de Coalición Canaria, por ejemplo… pues no sean cubiertas o retiradas como ocurrirá sin duda con las del candidato popular. Yo personalmente creo que la decisión de la Junta se atiene con precisión al artículo 53 de la Ley Orgánica del Régimen Electoral General, y ojalá que alguno de los miembros de la Junta reclame extenderla a todos los que –desde hace ya años- se burlan sistemáticamente de las leyes y se gastan un montón de una pasta que en definitiva sale de nuestros bolsillos, probablemente por no entender que la campaña electoral se dirime en un noventa por ciento en la televisión.

     

    Y es que pesa mucho más medio minuto en horario prime time glosando las infalibles habilidades de un político, o incluso mostrándonoslo cuando inaugura la caseta de un perro, o una señal de tráfico a la puerta de un colegio, que media docena de enoooormes carteles en la autovía con más circulación.

     

    Pero ocurre que los políticos tienen desde siempre una confianza –y querencia inexplicable- por la representación pública de sus propios rostros, hasta el extremo de vivir obsesionados por salir retratados en carteles, camisetas, bolsas de plástico, merchandising, sobres de propaganda electoral e incluso papeletas. Les pasa a todos, sean de la cuerda que sean, y opten al puesto que opten.  Hay quien lo disimula más, y quien lo proclama sin asomo de recato a los cuatro vientos, como Alberto Rodríguez, decidido a amargarle las elecciones a sus antiguos camaradas podemitas, restregándoles hasta en la urna su inolvidable semblante.

     

    El también candidato (de sí mismo) a la presidencia regional ha anunciado su intención de utilizar como reclamo electoral de su partido no una idealización de esa planta perenne de porte arbóreo, originaria de la Macaronesia y perteneciente a la misma familia que el espárrago, sino su propia faz convertida en icono político, como ya hiciera hace unos años en su presentación electoral a las elecciones europeas, su antiguo jefe y mentor (hoy adversario) Pablo Iglesias. Alberto Rodríguez se ahorra así una buena pasta en manual corporativo: le basta tirar del fotoshop para reproducir su faz sonriente en un negro con escala de grises de lo más favorecedor. Usará su imagen en las papeletas de su candidatura a la Presidencia regional, y a la alcaldía de La Laguna, pero también en todas las demás papeletas que presente Drago-Los Verdes, acompañando a cualquier cabeza de lista que aspire a un puestito.

     

    La junta electoral en eso no se mete. Y también me parece muy bien. El voyeurismo especular no es (de momento) un delito. Cada cual se da gusto como quiere. Unos prefieren que les prohíban las vallas, y otros verse estampados sobre miles y miles de papeletas.  

     

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