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¿Vamos hacia una administración puramente asistencial?

 

Gloria Artiles

 

Mª Jesús Tovar, la concejal de Servicios Sociales del Ayuntamiento de Arrecife, proporcionaba recientemente una serie de datos acerca de cómo en estos momentos los perfiles de los usuarios del área que gestiona han cambiado. Según se desprende de sus propias palabras, la situación ahora ha dejado de ser tan extrema como en plena pandemia, pues en 2023 una mayoría de los que acuden a pedir ayuda están cobrando algún tipo de prestación pública (la PCI, el ingreso mínimo vital, etc), y además le llamaba la atención que ahora una gran parte de los demandantes son incluso personas que están trabajando, pero que no llegan a fin de mes.

 

Como periodista, agradezco al menos que un político no irrumpa a la mínima de cambio con las socorridas soflamas ideológicas del tipo “no vamos a dejar a nadie atrás” ni tenga todo el día en la boca “vamos a atender a los más vulnerables”, sino que dé datos precisos de lo que está pasando, para que yo pueda elaborar mi propia opinión y no me la den masticada en lo que son intentos continuos de imposición del pensamiento único y de adoctrinamiento de la población.

 

En cualquier caso, lo importante es que los hechos están evidenciando lo que ya es una realidad: que la amplia clase media, que hasta ahora en España vivía en condiciones dignas, se está empobreciendo a pasos agigantados. Ya empieza a encajar la famosa frasecita salida de los grandes prohombres del Foro de Davos tratándonos de convencer a la población occidental de que ”en 2030 no tendrás nada y serás feliz”. Ya no hace falta llegar a 2030.

 

Tras el alegato de que “atenderemos a los más vulnerables” -más allá de las buenas intenciones que no dudo existen entre la gran mayoría de políticos locales ajenos a la ingeniería social ya reconocida por los poderes dominantes a nivel mundial-, se esconde una línea ideológica dirigida a que impere un concepto de gobierno basado en una “administración asistencial”, es decir, “tranquilos todos, que yo te voy a proveer de lo mínimo que necesites y así pueda conseguir tu voto ‘ad aeternum’”.

 

El sistema político opera así manipulando nuestras necesidades básicas de seguridad y alimento. Los seres humanos nos volvemos vulnerables cuando éstas no están cubiertas. Los instintos de supervivencia y de necesidad de seguridad psicológica y emocional producen una tremenda inquietud, desazón y angustia que lógicamente, buscan ser calmados como sea para poder vivir con cierta paz. Cuando ‘papá gobierno’ o ‘mamá administración’ nos da lo mínimo que necesitamos, sentimos alivio, (de ahí la apatía generalizada de la sociedad), pero no somos libres.

 

Particularmente no entiendo que no irrumpan en la ‘res publica’ voces valientes que se atrevan a recorrer el camino de la incorrección política y cuestionen por qué muchas personas siguen recibiendo una ayuda sin más y por nada. Más allá de que supuestamente hagan todo lo posible para detener la inflación galopante y el empobrecimiento generalizado, ¿no sería mejor proponer que esas ayudas sirvieran además para acompañar de forma efectiva a las personas hasta que cada ser humano pueda desenvolverse por sí mismo, pueda vivir de su esfuerzo y su propio trabajo, se sienta autorrealizado, sienta que tiene en sus manos las riendas de su vida y recupere así su libertad, autovaloración y dignidad intrínsecas? A mi me importa un bledo que el político de turno se empeñe en hacerme ver lo “bueno” que él es y su pretendida superioridad moral. Eso es cuestión de su propio narcisismo y allá él. A mi lo que me importa es que todas esas personas, a quienes todos ayudamos con nuestros impuestos porque nos mueve su sufrimiento, no tengan que ser mantenidos por nadie, no tengan que estar en deuda con nadie, y puedan ser realmente libres y, por lo tanto, más felices.

 

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