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Una segunda oportunidad

Andrés Martinón

 

El otro día me disponía a decorar alguna de las paredes de mi casa. Desempolvé un cuadro de Manrique que tengo y lo enmarqué. Ya puestos me dije “voy a imprimir alguno de los carteles de documentales que hemos hecho y les pondré marco también”. Grabé en un pen drive el cartel de 'Hace un millón de años... en Lanzarote', en el que se ve una tierna foto de las jóvenes lanzaroteñas que participaron en el rodaje de esta mítica película en 1966. Sin embargo, ante de salir de la carpeta me paré en una foto que hizo el día del estreno del documental el compañero Suso Betancort en la que se veía la Sala Teatro del Cine Atlántida a oscuras, con un fotograma en el que salía en la pantalla Raquel Welch pero a su vez se podía ver el patio de butacas lleno. He de decir que me emocioné. Orgulloso de ver cómo un trabajo nuestro tenía esa aceptación.

 

30 años antes había decidido estudiar Periodismo, pero pude perfectamente haber hecho cualquiera de las otras dos especialidades de Ciencias de la Información. Y es que me encantaba tanto Publicidad como Imagen y Sonido. En COU el cine me interesó muchísimo. Y lo curioso es que si indagué más en el séptimo arte fue por casualidad. La asignatura de Literatura se daba en la biblioteca del instituto y allí había un pequeño stand donde había revistas especializadas en diversas materias. A mí me llamó la atención Fotogramas. En cualquier momento, me acercaba a ese rincón y devoraba hasta la última coma. Tanto cine que vi que llegué a fantasear con dedicarme a la dirección cinematográfica. Como sabrán, sobre todo si me conocen, nunca me dediqué a ello.

 

(Reservamos esta parte para el final).

 

Una vez participé en el programa Plano contraplano, en el que hay que recomendar tus cinco películas favoritas. Lo hice. Pero siempre me ha quedado pena no haber incluido 'Regreso al futuro'. Creo que fue la primera película que vi dos veces en el cine. Es una obra maestra de guion; de ritmo, de todo. Fantástica. Y hay algo (estoy llegando al meollo) que no se analiza mucho y es el momento en el que Marty McFly es rechazado para tocar con su banda de rock en el concierto anual o fiesta de graduación o lo que quieran que hagan los americanos en el instituto. Cuando viaja al pasado, al final, tiene que acompañar a una orquesta que toca en el Baile del Encantamiento bajo el mar, para que sus padres se besen y, por tanto, se enamoren y permita que en el futuro tengan a sus hijos, entre ellos, al propio Marty. Una vez lograda esa tarea le piden que toque y lo hace.

 

Y es ahí donde le llega una segunda oportunidad. Le llega el momento que el futuro le negó pero que el pasado le brinda: un auditorio entero escuchando su actuación.

 

Pues algo así sentí el otro día en el Cine Atlántida. Una especie de sensación de segunda oportunidad de una actividad (el cine) que nunca hice pero que el Periodismo por otro lado me lo devolvió. Además, es una satisfacción difícil de explicar. Porque cuando uno hace un reportaje, un informativo o cualquier otro producto televisivo, uno no ve las reacciones de las personas que lo están viendo en sus casas. Pero en el cine, con cada persona en su butaca, es distinto: ves sus reacciones, su atención, sus risas. Fue una experiencia agradable (igual alguno casi se mata de tanto bostezo).

 

Y finalizo, para cualquier persona, uno nunca sabe cuándo se le puede brindar una segunda oportunidad; un tren que pasa por segunda vez y esta vez sí le da tiempo a subirse. Me encanta pensar eso de que “lo bueno está por llegar”.

 

 

Nota aclaratoria: El cuadro de Manrique no es de César. Es de mi primo Eduardo Manrique Martinón, que es casi tan bueno como su tío. Con dios.

 

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