Un universo en cien metros
Andrés Martinón
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Me mudé hace dos años a Arrecife. Venía de Costa Teguise y la verdad es que siempre me gustó vivir allí. De hecho, lo hice durante 16 años. Me encanta la forma en que está urbanizada: amplias calles, urbanizaciones ordenadas, palmeras, pero sobre todo me gustaba formar parte de una localidad que estaba creciendo con gente como yo o con familias como la mía.
El cambio a Arrecife al principio me supuso un cierto desasosiego. Para empezar ya no tenía una casa con piscina, una amplia terraza donde tenía mis plantas, mi barbacoa y una casa muy tranquila con vecinos agradables.
El piso en Arrecife estaba muy bien situado, pero no dejaba de ser algo más pequeño. No me gustaba la capital. Más ruidosa, más desordenada y menos amable. Pero como el tiempo todo lo modifica, empecé a crear un extraño sentido de la comunidad en una calle (Almirante Boado Endeiza) que me ha hecho sentir más que un vecino de una ciudad, un lugareño de un pueblo.
La calle Almirante Boado no tendrá más de cien metros. Y es quizás, junto a la Calle México o alguna de estas, donde los comerciantes salen más a la calle a saludar y a dar los buenos días. No hay día que no me pare con alguno de los hombres y mujeres que ahí trabajan.
A los de la floristería y la autoescuela los controlo menos, pero me encanta hablar con algunos de ellos. Les contaré quienes son mis nuevos amigos: Enrico, natural de Turín, alquila motos y tiene hasta la licencia para pilotar aviones. Dice que como buen italiano del norte es ahorrador y que ya se ha comprado una casa aquí. Siempre nos saludamos con un buon giorno o un buona sera. Me hace sentir que sé idiomas. Luego viene Mutor, el tatuador, un sudamericano que me recomienda siempre las mejores series y películas. Un hombre interesante con grandes valores y mucha sensibilidad. Con alma de artista.
Las chicas de la óptica son maravillosas. Siempre dan facilidades y cuando necesito algo siempre están prestas. Nuestra relación es correcta pero duradera.
Luego está la mujer del centro ortopédico. Nunca pasamos del saludo cordial, aunque el otro día nos vimos ya tarde y nos dijimos un mutuo: “Bueno, ya es hora de ir a descansar”. Esto me pasa con una de las trabajadoras de la enmarcación y con los chicos de la tienda de impresiones. Saludos y hasta la próxima.
Y lo mejor de la calle Almirante Boado es que se parece a la Royal Mille de Edimburgo, porque la milla real es la distancia de la calle que separan los dos castillos más importantes de la capital de Escocia. En el caso de Boado Endeiza estos cien metros son los que unen el Bar Asturias y el Bar El Granaíno, o sea que se podría llamar como el Hectómetro Real o el Hectómetro Perfecto.
En definitiva, que de pasar de la tranquilidad absoluta al lugar donde dormir con la ventana abierta es una aventura pues tiene sus cosas. Pues que coges menos coches y que Arrecife va a ser una ciudad que va a despertar y de ser el patito feo va a ser un cisne resplandeciente.