Un café con la Parca
Por Álex Solar
La muerte es una de las preocupaciones fundamentales de los seres humanos. A ella dedicamos más de algún pensamiento, aunque hay quienes la temen tanto que han decidido borrarla de sus conciencias.
Una tía mía , que tiene noventa años, llora cada Nochevieja porque cree que será la última que pueda pasar con sus seres queridos. Tengo en mi entorno casos parecidos, amistades y conocidos que a causa de la vejez o la enfermedad desconfían de sus esperanzas de vida más allá de un corto tiempo y en estas fechas tan especiales y simbólicas caen en agudas depresiones.
En un diario chileno leo la noticia de la inauguración de un Café de la Muerte, es decir, una especie de club donde sus miembros se reúnen en un local a comer y beber mientras hablan de la Parca. La idea no es original, el primero en organizar coloquios sobre la muerte, a los que bautizó como Café Mortel, fue el sociólogo y tanatólogo suizo Bernard Crettaz, en 1999. Luego le siguió un budista inglés con nombre de máquina de escribir, John Underwood, que inspirado en las enseñanzas de Bernard Crettaz reunió a personas inquietas por el tema de la muerte y fundó en Londres el primer “Death Café”, donde un refrigerio consistente en café y pastas acompañaba las sesiones de reflexión sobre tan lúgubre asunto. De esta manera Underwood pretendía que la vida fuese más fructífera y llevadera, alejando el fantasma de nuestra condición mortal. Tuvo éxito y con el tiempo su café de la muerte se ha convertido en una especie de franquicia libre en la que cualquiera puede convocar a otras personas siguiendo unas instrucciones que se pueden descargar en su sitio de la Red. Hasta ahora los encuentros se multiplican y han llegado a varios miles en distintas ciudades y países del mundo. El café de la capital chilena que se inauguró en noviembre del año pasado ,incluye pizza y vino tinto en el menú y lo dirigen dos jóvenes, un funcionario del Ministerio de Educación y un médico especializado en geriatría.
En un país como Chile, donde según las estadísticas oficiales fallecen 290 personas al día como promedio y al año alrededor de cien mil, solo tres de cada diez habitantes se atreven a pensar en la muerte y un 23 por ciento rompe el tabú al hablar de ella. La muerte no es plato de buen gusto en ninguna sobremesa y esta iniciativa tiene como fin despojarla de su mala sombra y aceptarla como natural.
Para Epicuro, la muerte era temida por los ignorantes: si uno existe es que no está muerto, ergo si uno muere no existe. “¿Por qué hay que temer lo que no existe si yo existo?”.
Pablo Neruda la imaginó vestida de almirante, “como un sonido puro/ como un ladrido sin perro”. En su célebre poema Solo la Muerte su cara y su mirada son de color verde, “con la aguda humedad de una hoja de violeta”.
Que tengan un feliz 2017 y vivan para contarlo.