Todos corriendo (hacia quien sabe dónde)
Francisco Pomares
Ione Belarra, y el candidato de Podemos a la alcaldía de Madrid, Roberto Sotomayor, participan ayer en una carrera popular en el Parque de El Retiro
Ione Belarra, secretaria general de Podemos y (aún) ministra del Gobierno Sánchez, pidió ayer públicamente a Yolanda Díaz que haga campaña en las elecciones locales y regionales por Unidas Podemos. Lo hizo tras participar en una carrera por el Parque del Retiro junto al candidato podemita a la alcaldía madrileña, sin plantearse siquiera la coña del asunto: las redes sociales celebraron que se entrene para huir ante la que se avecina, que es la posibilidad de que Podemos quede por debajo del cinco por ciento del voto nacional y pueda incluso perder su grupo parlamentario.
La señora Belarra no tiene un pelo de tonta y fue muy clara: si doña Yolanda quiere la unidad, tiene que empezar por apoyar al partido que la convirtió en ministra y candidata en las próximas elecciones. Es difícil que la nueva líder de la izquierda pueda verbalizar no apoyar las listas de Podemos, pero la cuestión no es lo que diga, sino lo que haga. Y ahí lo tiene bastante complicado: la estrategia de Yolanda es ser ella misma, con su invento político –Sumar- el único aglutinante de la izquierda. Díaz ha recibido el encargo de enterrar Podemos en unas nuevas siglas, y controlar lo que esas nuevas siglas representen, poniéndolo al servicio de una próxima (y muy complicada) mayoría sanchista que reditaría el formato de la actual, pero sin Pablo Iglesias creando problemas. Díaz está decidida a conseguir que Podemos no se presente a las elecciones generales del próximo diciembre como marca a votar, cree que lo que deben hacer sus hasta ayer colegas es disolverse pacíficamente en la candidatura común de la izquierda que ella va a representar. Y sabe que sólo un retroceso importante de Podemos en las inminentes elecciones locales y regionales forzará a Podemos a aceptar su liderazgo y la integración en su proyecto. Las ministras Díaz y Belarra dirimen en sus declaraciones un pulso abierto, en el que si Díaz vence –y todo apunta a que eso es lo que va a ocurrir- Podemos se desvanece, y sólo entonces la izquierda no nacionalista al margen del PSOE –la que quiere representa Sumar- obtendrá unos buenos resultados en las generales. Pero ni Pablo Iglesias ni su partido parecen están dispuestos a ceder el reino sin dar previamente la batalla. Incluso puede ocurrir que Iglesias convenza a los suyos de no incorporarse a la operación Sumar, de que es mejor afrontar una segura derrota de la izquierda dividida, y el inicio de un ciclo político conservador con agitación en las calles. Probablemente cree Iglesias que él estaría en mejor posición para resistir una o dos legislaturas conservadoras de lo que pueden estarlo Díaz y Sumar. En algunas de las últimas intervenciones de Iglesias, se intuye la atracción por el retorno al radicalismo, por ir cosechando en un ciclo largo los frutos que para la izquierda populista podría traer la voladura del sanchismo. Y un relato aún incipiente en el que se adivina el final político de la criatura de Sánchez –Yolanda Díaz- que sería presentada como responsable última de la derrota de la izquierda.
Para animar el cotarro, Electomanía, una web especialista en sondeos, publicó ayer los resultados de un panel realizado manejando las dos opciones hoy posibles: un acuerdo unitario de la izquierda no socialista, Sumar y Más País con Podemos; o que Sumar y Más País vayan separados de Podemos. Los resultados, que no toman en consideración al resto de los partidos de la izquierda -Compromís, Chunta, MDyC, Drago, y el resto de los enfadados con Pablo Iglesias- suponen un mazazo: por separado, y con un 8,6 por ciento del voto, Sumar obtendría apenas 14 diputados, frente a tan solo cuatro de Podemos, que rozaría justo el cinco por ciento de los votos. Si fueran juntos, la situación sería bien distinta: el conjunto obtendría un 13,8 por ciento de los votos y 47 diputados. En el plazo corto, parece obvio que tendrían que ponerse de acuerdo, aunque quizá Iglesias esté en el juego de la destrucción mutua asegurada. Sobre todo, sabiendo que en ambas hipótesis, juntos o separados, los partidos de la derecha –PP y Vox- suman escaños más que suficientes para poder gobernar. En cuanto a Pedro Sánchez, muñidor de toda la operación de división de la izquierda a la izquierda del PSOE, es también para hacérselo mirar: en la hipótesis de división de la izquierda no socialista, el PSOE se coloca justo en los cien diputados, pero si su izquierda se une, el PSOE baja a los 82, lo que sería el peor resultado sufrido por el PSOE desde 1977.