Somos pobres, cada vez más pobres
Francisco Pomares
Aunque aún no se han hecho públicos los datos que reflejan la contabilidad regional española, en 2022, ya se admite claramente que a pesar del aumento del empleo en las islas hasta el mes de enero (en enero el incremento sufrió un frenazo importante) el PIB canario ha quedado este pasado año por debajo de los 47.000 millones del año previo a la pandemia, el 2019. La Consejería regional de Economía ya ha anunciado que el crecimiento del PIB se situará entre el 3,9 y el 8,8 por ciento, una horquilla que no en las encuestas menos comprometidas. Si se aceptan esas previsiones, la economía canaria crecería –y eso sólo en el mejor de los casos- hasta los 46.400 millones de euros, 770 menos que en 2019, el año previo a la expansión del Covid. Pero nadie se cree demasiado las previsiones de la Consejería de Economía de Torres. Los números de CEOE, que vienen coincidiendo con los que finalmente ofrece el INE, plantean que la diferencia entre el PIB de 2019 y el del año pasado va a rondar los 1.840 millones, más del doble de lo que prevé el Gobierno en su opción más optimista.
Al final, no se trata sólo de que nos siguen mareando con las cifras, vendiéndonos lo que les conviene. Lo que se trata es de evitar que los ciudadanos perciban la realidad más preocupante de la economía canaria en estos momentos: el Gobierno saca pecho con el empleo –un porcentaje importante del de nueva creación lo ha sido con dinero público- y también sobre la mejora de las condiciones salariales. Pero el salario mínimo no define cuál es el estado real de una economía, en nuestro país el salario mínimo es una decisión política de obligado cumplimiento por las empresas pero que no siempre se aplica en determinados empleos de las administraciones, y además no explica cómo van realmente las cosas. Sí lo hace, y bastante bien, por cierto, el dato referido a la productividad, la capacidad de generar riqueza de la economía de un determinado territorio. Y en Canarias vamos cuesta abajo y sin frenos: hay más gente produciendo de la que había en ningún otro momento de nuestra historia, pero lo producido en 2022 sigue teniendo un valor inferior a lo producido en el año 2019. La economía isleña siempre ha sido de las menos productivas de España, y eso redunda directamente en nuestra situación de pobreza. En 2019 cada trabajador producía algo más de 52.000 euros, ahora produce 6.700 euros menos.
El gran año de la economía canaria, el año que el Gobierno regional nos vende como año de la recuperación, es significativamente el peor en productividad de nuestra historia, descontando los dos años de la pandemia. El presidente Torres suele vender que aquí estamos mejor, que en Canarias las cosas van mejor que en otros sitios o que antes, y eso no es verdad. Las islas retroceden en su capacidad de crear riqueza (y por tanto en su posibilidad de distribuirla) prácticamente desde finales del siglo pasado. Es probable que otro gobierno distinto no lo hubiera hecho mejor: la tendencia descrita se sostiene imperturbable desde hace veinte años, con gobiernos de centro derecha y nacionalistas, centro izquierda y nacionalistas, nacionalistas en minoría, y gobiernos de izquierda con canaristas y gomeros. Aquí todos han contribuido con políticas que han reducido aun más la productividad o han despilfarrado recursos que tendrían que haberse invertido no para favorecer a los de siempre, sino para lograr una mejor redistribución de la renta.
Desde hace dos décadas, en la economía de las islas se producen tres fenómenos encadenados a los que nadie parece interesado en poner freno: el primero es que la región pierde capacidad para producir riqueza y se empobrece –lo demuestran todos los estudios sobre pobreza de entidades independientes-, el segundo es que como resultado de ese empobrecimiento, que no se da igual en otras regiones, Canarias se separa de la renta media española a gran velocidad –hemos pasado de estar en el 99 por ciento de la renta media española a estar por debajo del 75 por ciento en lo que va de siglo-, y el tercer fenómeno es que ese empobrecimiento en Canarias es muy injusto: afecta a las rentas de los más pobres, mientras que los más ricos siguen manteniendo intocadas sus rentas altas. Cuatro años de administraciones que se autodefinen como progresistas no sólo no han modificado esa triple deriva, la han agravado. Hoy somos menos productivos que hace cuatro años, somos más pobres y la diferencia entre pobres y ricos en nuestra región se ha extendido. Esa es la verdad que desde el pacto de las flores no se va a reconocer.