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Siempre la decisión más fácil

Francisco Pomares

 

La Universidad de La Laguna anunció ayer que “rompe relaciones” con las universidades y centros de investigación de Israel, al menos hasta que estos centros no emitan una condena firme de la situación en Gaza. La Universidad dice responder al sentir de los campus y a las reivindicaciones planteadas por la comunidad universitaria, que incluyen acabar con el programa Erasmus de intercambio de estudiantes con universidades israelitas, y evitar cualquier tipo de colaboración, acuerdos o convenio de investigación, no ceder espacios ni instalaciones a representantes de universidades israelíes, abandonar las alianzas europeas de Universidades en las que participen universidades hebreas, no comprar material o equipos a empresas de Israel, y exigir al Gobierno español que se sume a la denuncia por genocidio presentada por Sudáfrica ante la Corte Internacional y pida a Bruselas el bloqueo inmediato de la participación de cualquier entidad israelí en proyectos financiados por Europa. La declaración también incluye una propuesta de cooperación con universidades palestinas, aunque resulta mucho más contundente y ambiciosa como declaración de condena y castigo que en sus propuestas cooperativas con los palestinos.

 

La Universidad responde con esta declaración a la acampada en Guajara de estudiantes de la Asociación Gara, que se inició a mediados del mes pasado. El 31 de mayo, el rector se reunió con sus portavoces y asumió la propuesta estudiantil de romper relaciones académicas y de cualquier tipo con Israel. Tras el encuentro y el acuerdo, los alumnos –una cincuentena a lo largo del medio mes que duró la protesta, según ellos mismos- prepararon el documento suscrito por el rectorado, que fue calificado como “una victoria”. La victoria en un combate a favor de Palestina, que los alumnos han decidido seguir por redes sociales, después de medio mes, según ha declarado el portavoz de Gara, Ancor García, de “afrontar la incomodidad de dormir en el suelo, y soportar la dureza del frío y la llovizna de la noche en La Laguna”.

 

Es fácil entender la movilización de estos jóvenes esforzados, poco acostumbrados a dormir en tiendas de campaña y sufrir la inclemencia del clima lagunero. Porque la reacción del Gobierno de Netanyahu a la matanza indiscriminada y sin mediar provocación alguna de un millar de indefensos hombres, mujeres, ancianos y niños israelitas, supone responder con barbarie a la barbarie. Israel ha actuado con absoluta desproporción. Por eso sorprende que las protestas por el horror de Gaza hayan tenido entre los estudiantes tan poco eco. Pero sorprende aún más la decisión de quienes gobiernan la Universidad, de responder a los excesos de Israel castigando a los alumnos de Erasmus, o eliminando la cooperación académica con las universidades israelitas.

 

Cuando se produjo la invasión de Ucrania y con ella llegaron noticias de los primeros y horrendos crímenes del ejército ruso en las aldeas al norte de Kiev, en algunos países europeos se suspendieron conciertos de Tchaikovski o Stravinski y jornadas académicas sobre Dostoievski, Pushkin o Mayakovski. Fue una oleada de odio y desprecio por lo ruso, para castigar los delirios del zar. Supongo que Putin estará todavía amargado porque en Varsovia cancelaran una velada poética de Evtushenko, como Netanyahu debe estar ahora muy preocupado por la condena de la ULL.

 

Las instituciones culturales y académicas pueden y deben mantener posiciones morales, compromisos, criterios ideológicos. Y también deben trabajar por la integración de las sociedades, la concordia, la defensa de un concepto universal de Humanidad. Repudiar el comportamiento criminal de un Estado, no debiera implicar la criminalización de todos sus súbditos. Levantar barreras para el entendimiento, estigmatizar a los pueblos por la actuación de sus líderes, castigar con el ostracismo, cerrar fronteras abiertas al diálogo y al aprendizaje, puede ser comprendido como forma de protesta, cuando lo hacen afectados directos, jóvenes idealistas o personas sin formación o cautela. Pero no parece razonable que toda una institución académica -como la ULL- deje que sean sus alumnos quienes decidan su política con una acampada de 17 días.

 

Vivimos tiempos de confusión, en los que se convierte en aceptable y justo lo que deciden los más entusiastas o más gritones. Y es precisamente en situaciones de conflicto moral –esta lo es- donde debe hacerse el esfuerzo de poner la razón por encima de los sentimientos. La universidad tiene que explicar, ampliar la capacidad crítica de los alumnos más allá de las primeras percepciones, ayudar a comprender la complejidad del mundo, no conformarse con soluciones efectistas, fáciles, populares… que no resuelven nada. Porque es falso que las cosas vayan a mejorar en Gaza porque se suspendan Erasmus. Hacerlo sólo sirve para significarnos contra la injusticia, cometiendo otra.

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