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Sátrapas en sus cabezas

  • Rafa Hernández
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    Asisto con estupor a la deriva que parece que está teniendo la celebración del día de Reyes Magos. Ya van dos veces en las que las cabalgatas de la víspera son sustituidas por hordas de animales sin joroba asaltando por la fuerza instituciones respetables, negando la honorabilidad de resultados democráticos y, al mismo tiempo, recordándonos que no somos más que espantajos en manos de marionetistas.

     

    El blanqueo sistemático de opiniones políticas violentas contra muchos colectivos, no solo logran que, a base de repetición, el odio sea aceptable, sino que, en casos como los recientes, se aplauda que turbas descerebradas intenten tomar un poder que no les pertenece.

     

    A nivel cotidiano, podemos llenar con ejemplos nuestras manos. En la cola de la caja de un supermercado, el señor que apremia con improperios a la cajera para que sea más rápida porque él tiene "muchas cosas que hacer". En el partido de fútbol de alevines, en la cancha de césped artificial del barrio, el padre que grita al entrenador de su hijo porque "no le pone". La madre que amedrenta, voz en grito y mano alzada, a la profesora de su niña por haberla suspendido. El segurata, henchido por su pequeña parcelita de poder, que te vocifera que te vayas a tu casa porque para "entrar aquí necesitas cita previa". O el tarugo de toda la vida que se enfrenta al oficial de Policía por multarle por superar, por mucho, el límite de velocidad.

     

    Son solo algunos ejemplos, pero no son los únicos. No distan muchos esos microfascismos de la marea verdeamarela que llevó a cabo una desoladora intentona de golpe de estado. Todas esas personas, atadas en la espalda con hilos invisibles, son el señor que apremia, el padre que grita, la madre que amedrenta, el segurata que vocifera o el tarugo que se enfrenta.

     

    Todos son sátrapas en sus cabezas, a los que se les ha dado la oportunidad de no avergonzarse por su odio inane, por no querer acatar las normas cuando éstas les restringen, por violentar al que sucede que piensa y actúa de manera diferente y acorde a las reglas que nos dan seguridad como sociedad. El muido surge cuando estos pequeños tiranos se juntan, creando caso y amenazando los cimientos demócratas en los que, se supone, que nosotros y nuestros gobernantes creen.

     

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