¿Quién elige los temas de los que hablamos?
Guillermo Uruñuela
¿Qué ha pasado con la Guerra de Ucrania? ¿Y con Gaza? La catástrofe que provocó la Dana a su paso por la Ciudad del Turia, ¿dónde ha quedado?
Parece que los capítulos informativos tienen una fecha de caducidad que no sé muy bien quién marca. Unos plazos tanto para los que cuentan qué pasa como para los que demandan saber más acerca de algo; es decir, los medios de comunicación desempeñan un papel fundamental en la construcción de la realidad social.
Sin embargo, la forma en que estos eligen los temas de los que se habla no siempre está alineada con los intereses de la ciudadanía, sino que responde a una serie de factores comerciales, políticos y económicos que buscan moldear nuestras opiniones y percepciones del mundo.
Uno de los principales factores que determinan la agenda de los medios, especialmente a gran escala, es el poder económico. Las grandes corporaciones mediáticas, que controlan una gran parte de la información que recibimos, tienen intereses propios que influyen directamente en los temas que destacan. Por ejemplo, temas relacionados con los intereses de las empresas o los gobiernos que financian a estos medios suelen ocupar espacios prominentes, mientras que problemas sociales como la pobreza o la desigualdad son tratados de forma superficial o incluso ignorados. Esto lleva a una distorsión de la realidad, donde los problemas que afectan a la mayoría de la población no reciben la atención que merecen, y se priorizan aquellos que favorecen a unos pocos.
La agenda mediática se convierte así en un conjunto de narrativas fragmentadas, que no permiten una reflexión crítica ni un debate informado sobre los problemas más relevantes.
Además, no podemos obviar el sesgo ideológico que algunos medios de comunicación exhiben en la selección de los temas. Dependiendo de su línea editorial, algunos medios tenderán a resaltar o minimizar ciertos asuntos en función de sus inclinaciones políticas. Esto se traduce en una polarización de la sociedad, donde las audiencias reciben información sesgada que refuerza sus creencias preexistentes, en lugar de ser desafiadas a considerar diferentes perspectivas.
La consecuencia más grave de esta orientación mediática es que, como sociedad, nos vemos privados de una visión completa y equilibrada del mundo. Los medios de comunicación tienen la capacidad de definir lo que consideramos importante y de forma indirecta, lo que no lo es. Esto no solo afecta nuestra capacidad para tomar decisiones informadas, sino que también contribuye a la perpetuación de desigualdades y problemas estructurales que, de ser tratados adecuadamente, podrían generar cambios significativos.
La elección de los temas sobre los que los medios de comunicación deciden hablar no es un proceso neutral, sino que está marcado por intereses económicos, ideológicos y políticos que distorsionan nuestra comprensión de la realidad; aunque nunca lleguemos a saber bien quién y por qué elige de qué hablamos.