Qué hacen en Inspección Educativa
Concha de Ganzo
Lo que no hacen es informar, ni siquiera desinformar. En Inspección Educativa de Arrecife sólo son indolentes. Esto que voy a contar sucedió de verdad. Me pasó, y realmente crispa, te enerva, y también te da pena. En Canarias y en Lanzarote deberíamos ser más cuidadosos con la educación, ser más exquisitos, o quizás simplemente más empáticos.
Pero comencemos por el principio, para que entiendan este relato. Son las dos menos veinte, quizás las menos cuarto. En las oficinas de Inspección Educativa de Arrecife quizás estén contando los minutos para cerrar. Lo entendemos, pero aún, no era la hora.
Llego corriendo, sé que falta poco. Quiero pedir información sobre un curso de Formación Profesional. Un curso que quiere hacer mi sobrino: Operador Industrial de Calderas.
Sabemos que en Canarias ya no se imparte, pero buscaba respuestas, algo de asesoramiento. Resulta complicado que los chicos estudien, que estén dispuestos a moverse para mejorar su situación laboral. Mi sobrino trabaja en el Hospital, pero quiere avanzar, dar un pequeño gran salto.
Llego y pregunto, en la oficina de Educación me dicen que es en el otro local. Está cerrado, toco, miro el reloj, no son las dos. Doy otra vuelta y escucho que abren la puerta. Una mujer me deja entrar. Detrás de ella hay varias mesas vacías, limpias, y otra funcionaria. Les cuento que necesito información sobre este curso. La primera de las mujeres solo niega con la cabeza, no sabe nada, en Canarias no se da este curso. Una y otra vez se aferra a la negativa, no sabe, no puede ayudarme, no tiene información, no tiene ni siquiera desinformación, sólo indolencia. Ante mi insistencia interviene la segunda funcionaria. Su argumento es tan gráfico, tan abrumador, que espanta. Es un muro. Y así desde su esquina de poder absoluto dice: “mire en internet que está abierto para todos”. Lo dice y se queda tan ancha, con las manos en garras. Pensará que la que pregunta es algo tonta, o que quizás ese día faltó a la sesión de Barrio Sésamo. Esa señora que pregunta no sabe distinguir las cosas. No puedo evitarlo, de inmediato imagino a los teleñecos contando aquello de cerca, lejos, arriba y abajo. Y esta funcionaria con sus manos en la cintura, “mire en internet, que ahí está todo”. Frase lapidaria, pura ciencia, lejos está la posibilidad de que mueva un dedo, de que toque su ordenador. Allí no están para eso, allí para qué están. No hay respuesta.
Insisto, y vuelvo a intentarlo, lanzó una pregunta, un ruego al aire: no me puede dar un teléfono para que alguien me asesore, solo quiero que alguien me diga dónde, en qué lugar de España se puede hacer este curso. Es para un chico canario que quiere estudiar.
No hay nada que hacer. En la oficina de Inspección Educativa de Lanzarote no saben nada. No informan, ni asesoran, y muchos menos tratan de ponerse en el lugar del otro. Tal vez no saben qué ellos están ahí porque les pagamos todos.
Mientras sucede este diálogo de besugos entra un tercer funcionario. Se acerca, mira y no dice nada. En esta oficina no había nadie esperando, los ordenadores estaban libres, ellos estaban de pie. Preparados para coger el bolso y marcharse. La realidad es que, si alguien va por allí, si un chico quiere inscribirse en un curso, en cualquier curso, puede que no reciba ayuda, ni siquiera algo de información, sólo esa cara de hartazgo y cansancio con la que esperaban que esta pesada se marchara de allí para seguir con sus cosas: es decir practicando la indolencia más absoluta.
Que pena, por favor. Y lo peor será que está queja no servirá de nada. Entonces alguien me sugerirá, si quiere, puede darse golpes contra la pared, tendrá el mismo resultado.
- Alguien sabe dónde se puede hacer el curso de Operador Industrial de Calderas. Lo agradeceré.