Putiferio de aliados y no tanto
Francisco Pomares
Sánchez logró ayer sacar adelante su decreto ómnibus de reforma judicial, imprescindible para que Bruselas afloje 10.000 millones de euros de fondos europeos, por la decisión de Junts de no participar en la votación a cambio del control total de la inmigración, de blindar la amnistía de Puigdemont y de impulsar el retorno de las empresas que se fueron. Gracias a eso, el decreto con más ingeniería legislativa de los tres presentados en mala hora por un Gobierno confiado, fue aprobado por los pelos. Por los pelos de Cristina Valido, por ejemplo, pero igual podría decirse de los pelos de cualquiera de los otros 171 diputados (además de doña Cristina) que votaron a favor, incluyendo los cinco podemitas que se dieron el gusto de reventarle a Yolanda Díaz su reforma del subsidio de paro, por puro deseo de venganza.
Congreso/Senado de locos: el decreto judicial aprobado por los pelos, ya dicho, gracias al displicente paseo de la hueste Puigdemont, que ha dejado perfectamente claro que aunque en este país no mande el pastelero loco, sí es perfectamente capaz (el pastelero) de imponernos a todos su visión surrealista de la política, las alianzas, los compromisos… El decreto del paro, mismamente a freír gárgaras, la gracia que va a hacerle a los miles de parados que esperaban cobrar noventa pavos más al mes, al menos durante los primeros seis meses. Y el otro, el decreto de medidas contra la crisis, que incluye el IVA de alimentos, energía y las ayudas al transporte, coitus interruptus con repetición de la jugada, por empate a 171, a resolver en segunda votación.
Cada decreto, un resultado distinto e incierto: a Sánchez se le resquebraja la cacareada unidad de sus aliados y queda a la intemperie, aunque la patada más gorda la reciba el trasero de viceYolanda, descompuesta ayer tras la derrota.
La comedia nacional adquiere tintes de grotesco drama psicológico. Los fotógrafos se dieron ayer el gusto de apretar el gatillo de sus cámaras y llenar su fondo de armario con las jetas dolientes de unos ministros sobrepasados por la traición de sus aliados, y las caras felices de una oposición que votó en contra del interés nacional, no sé si por inconsciencia o por hartura de que el Gobierno se presente ante el Parlamento haciendo trampas con decretos-ensaladilla-rusa en los que cabe absolutamente todo y con salsa. Si algo tuvo de valor la jornada de ayer, fue obligar al presidente del Gobierno y los suyos a entender que gobernar como si se tuviera una mayoría holgada es muy pero que muy arriesgado cuando no se tienen ni los votos ni los apoyos ni la simpatía ajena. Queda demostrado que los siete diputados del prófugo tienen hoy el poder de deshacer este gobierno, y probablemente el deseo de hacerlo. Y que lo harán en cuanto consigan lo que vinieron a buscar en Moncloa: la amnistía. La definitiva cuenta atrás de Sánchez en la Historia dará comienzo cuando Puigdemont logre quitarse la chaqueta de perseguido por la Justicia y se presente a las elecciones. Entonces elegirá el momento: quizá sea antes o quizá durante o quizá después de votar para la Generalidad, pero por ahí será.
Hasta que eso ocurra, este es un Gobierno tocado, pero no hundido, herido por una profunda herida en su ala izquierda, que se irá agravando de aquí a las elecciones europeas, y cautivo de los caprichos de Puigdemont. Un Gobierno definido por la resistencia de Sánchez, la capacidad de este PSOE cesarista de ahora para hablar en voz baja de todo, o callarse ante todo para no incomodar, hasta de penalizar a las empresas que se fueron de Cataluña, más la tropa de aliados: esa férrea voluntad de Podemos de linchar a la vice y liquidar su marca blanca, más las cuentas de abertzales, jeltzales, bilduetas y republicanos, a la espera de romper la baraja cuando sea menester; y -como guinda local- el estilo aparentemente sobrio de la diputada Valido, esa señora de rictus enfadado mientras firmaba la investidura de Sánchez, y ahora risueña y cortés, sorbiendo el placer de ser protagonista de la profecía autocumplida del voto imprescindible.
Fue la diputada indepe Nogueras la que calificó con acierto la política española como un putiferio. Hace años que lo es. Lo es porque nuestra clase política se ha perdido el respeto a sí misma y nos lo ha perdido a los súbditos y/o ciudadanos, y porque lo que no hace tanto fue trabajar con mayor o menor acierto por el interés común, es hoy justo lo contrario: incapacidad para diferenciar el bien común del interés personal. El ministro Bolaños, convertido gracias al ómnibus en el ministro que acumula el control de los tres poderes –legislativo, ejecutivo y judicial- habló ayer largo y tendido de que la política está para “defender a los ciudadanos o dañarlos”. Ojalá. Si está realmente para algo en esta España al borde del desahucio de sí misma, es para ofrecernos modelos para el desorden, el descontrol, el autoritarismo, la vergüenza, el conflicto, la rabia, la venganza.