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Pues claro que era (también) eso

Francisco Pomares

 

Mientras Puigdemont se hacía ayer de rogar a cuenta de la amnistía, añadiendo hitchcocktianamente su justa pizca de suspense a la inminente investidura, los de ERC se ocupaban más certeramente de las cosas de comer –la pela es la pela-, y lograban anunciar el definitivo cierre de un acuerdo con el PSOE para mantener a Sánchez en Moncloa a cambio de que el Estado condone a Cataluña sus 15.000 millones de deuda, y otras minucias del mismo catálogo, como el traspaso -financiación incluida- de las Rodalíes, los trenes interiores de Cataluña, hoy en manos del Estado.

 

El ministro Bolaños, que ha asumido con entusiasmo digno de mejor causa su rol de mensajero del zar, explicaba inmediatamente que el pacto de los 15.000 millones serviría para “no dar ninguna opción a la derecha”. Pues que bien, podían haber pagado el convite de su bolsillo, antes que asaltar el nuestro como émulos de Curro Jiménez. Porque de los 15.000 millones de marras que el Gobierno va a perdonarle a una de las regiones más ricas y prósperas de este país, son de usted -para entendernos- 375 euros. Al conjunto de los que vivimos aquí abajo, en la sufrida España tropical, nos va a costar esta fiesta con pólvora ajena unos 850 millones, millón más, millón menos. Canarias (y con nosotros el conjunto del resto de las regiones españolas) será más pobre si Cataluña no paga su deuda al Estado. Porque quien tendrá que abonar esa deuda seremos, a partir de ahora, todos los demás.

 

Para evitarnos el pasmo al resto de los españoles, el ministro Bolaños dejó claro ayer que lo de condonar las deudas se irá aplicando progresivamente a todas las regiones. ¿Y por qué sólo a las regiones? ¿Por qué no se aplica también a la deuda municipal? ¿Por qué no a mi hipoteca?

 

Ahora, en serio: la idea de que el Estado condone –es decir, asuma- todas las deudas multimillonarias con el Fondo de Liquidez Autonómica, si todas las Autonomías debieran proporcionalmente lo mismo, nos devolvería a la situación de partida, no serían las regiones quienes pagaran, sino el Estado, y tocaríamos a lo mismo por cabeza. Pero es que el juego no es ese. La deuda que se condona a Cataluña son 15.000 millones de los casi cien mil que debe. De momento, son unos 2.150 euros por cada habitante lo que se le perdona al tesoro catalán, que debe al Fondo más de diez mil euros per cápita. Ocurre que Cataluña concentra más del 40 por ciento de la deuda total de las regiones con el Fondo, hasta un total del 33 por ciento de su propio Producto Interior Bruto. ¡La tercera parte de su capacidad de creación de riqueza! La deuda de Canarias con el Fondo, sin embargo, no llega al 13 por ciento del PIB. Incluso creyendo en las buenas intenciones del ministro Bolaños, aceptando que Sánchez decida suicidarse y perdonar a tooooodas las regiones lo que le deben al Estado, sólo nueve de las diecisiete se han acogido a esos créditos, y eliminarlos para todos significaría favorecer a las más ricas en perjuicio de las más pobres, y ayudar a las más manirrotas, dañando a las que hicieron el esfuerzo de controlar su gasto. Una decisión edificante, perdonar a los ricos que gastan a manos llenas, a costa de castigar a los pobres que han logrado ahorrar.  A-lu-ci-nan-te.

 

Todo esto es un escándalo y una vergüenza. Lo que van a hacer es un auténtico robo, una camuflada ayuda de Estado a la región más rica, encubierta como condonación de deuda, con la que no sé si tragará una Europa que anda bastante despistada. Pero lo que significa la condonación de la deuda catalana es aún algo peor: incluso si la cosa quedara reducida a estos 15.000 millones de ahora, lo cierto es que esos cuartos los van a pagar los ciudadanos españoles como castigo por no haber votado a Sánchez, al menos no lo suficiente para que pudiera gobernar sin necesidad de comprar a Esquerra con pasta contante y sonante, y a Junts con el reconocimiento de que fue el Estado el que lo hizo mal y provocó a los pobrecitos y civilizados indepes en el proces. Salvador Illa fue ayer también muy generoso al añadir al botín de ERC la propina de justificar su amnistía: el clima de confrontación en Cataluña fue consecuencia de la gestión de la derecha que “frustró las aspiraciones de los catalanes”, dijo.

 

Todo eso son mentiras. Es simple: si Sánchez hubiera sacado 176 diputados, ni habría amnistía, ni a nadie en el PSOE se le pasaría por la cabeza una desfachatez semejante a la de hacernos asumir los gastos de una administración que gastaba a manos llenas en engordar su sueño de una Cataluña separada, con embajadas, campañas de imagen, programas de televisión serviles y subvenciones a organizaciones independentistas. Esta amnistía es también fiscal. Y la izquierda española será recordada por haber aprobado la mayor amnistía fiscal de toda nuestra historia. Porque Sánchez perdió unas elecciones, pero se negó a irse.

 

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