Primera estación al Calvario
Por Francisco Pomares
El Gobierno Sánchez ha acabado por aceptar tramitar sus tres decretos anticrisis como proyectos de ley. La estrategia de llevar al Congreso decretos ómnibus ha tropezado esta vez con el plante de Junts, que se cerró en banda a apoyarlos, y también de Podemos, que amagó condicionando su apoyo a que no se produzcan recortes. Cada uno en su estilo, la izquierda podemita y los independentistas, ambos habían asomado las uñas para poner otra vez de manifiesto lo obvio, que para este Gobierno de retales, el Parlamento va a ser un Calvario.
Dejando a un lado lo de Podemos, puro blablablá para hacerse notar, lo de Junts sí que parece que va en serio: exigen a Sánchez la retirada de los tres decretos -el europeo, el escudo anticrisis y el del Ministerio de Trabajo- amenazando si no lo hace con bloquear la aprobación del primer gran paquete de medidas del Ejecutivo, del que dependen los diez mil primeros millones de ayuda europea, de los 140.000 millones que hay que tramitar en esta legislatura. No apoyar los decretos dejaría sin efecto el incremento de las pensiones, los descuentos en el transporte público y la rebaja del impuesto a los alimentos básicos, el gas y la luz. El número tres del PSOE, Santos Cerdán, dio ayer la primera rueda de prensa en Ferraz desde hace tres meses para decir que no se puede penalizar a los ciudadanos para castigar al Gobierno. ¿No se puede? Junts cree que sí.
El cabreo de Junts con el Gobierno se produce porque el ministro Bolaños coló en el ómnibus una de las medidas que ha pedido Europa: la modificación del artículo de la Ley de Enjuiciamiento Civil sobre la suspensión de normas recurridas ante la Justicia europea, un cambio que afecta a la futura Ley de Amnistía, y paraliza su efectividad si se producen recursos. Ese es el mayor terror de Puigdemont, porque afecta a su propio trasero: que cualquier juez eleve una cuestión prejudicial al Tribunal de Justicia Europeo -algo que probablemente ocurrirá en muchos de los casos a amnistiar- con lo que las sentencias quedarían en suspenso hasta la decisión del alto tribunal comunitario. Puigdemont avisó hace ya días que por ahí los suyos no pasaban, y esa negativa produjo el curioso efecto de ver al PSOE pedir agua por señas al PP para salvar la situación, y evitar perder los 10.000 millones en juego.
El PP dijo que vale, pero propuso como contrapartidas a su apoyo deflactar el IRPF a las rentas de menos de 40.000 euros, rebajar el IVA a la carne y el pescado, y mantener la rebaja la fiscal a la luz y al gas. El PSOE se negó a aceptar ninguna de las propuestas populares, y el PP se tiró al monte, aunque yo creo que sólo para armar bulla. Es difícil que un partido de Gobierno permita por omisión de ayuda la pérdida de 10.000 millones de maná europeo, pero este es un país de chiflados.
Ayer, finalmente, el PSOE anunció concesiones: a Junts, que acepta negociar los decretos uno a uno, como proyectos de ley; y al PP, que rebajará el valor añadido a la carne y el pescado. Y es que algo tiene el estómago conservador, que en política les puede todo lo que tiene que ver con la digestión de proteínas. Pero insisto: no sé si eso será suficiente. De momento, lo que parece es que al PP le va lo de dejar que el Gobierno se estampe: su portavoz, Sémper, ha dicho que sólo hay tres opciones: que Sánchez ceda, que Junts trague, o que el Gobierno se estrene perdiendo votaciones.
Si este país no fuera la muy racial y colérica España, sino un país europeo de los normalitos y corrientes, de esos en los que la socialdemocracia y el centro derecha no se avergüenzan por ponerse de acuerdo, sino que lo celebran, el PP debería estar aplaudiendo con las orejas ante la posibilidad de hacer visible al conjunto de los ciudadanos que, sin su voto, el Gobierno de la nación queda a expensas de los caprichos indepes y el populismo de Podemos.
Pero esto, amigos, no es un país normalito: es Carpetovetonia, y aquí lo que cuenta es que Roma no permita cobrar a los traidores, y pasarlos a cuchillo. ¿Estará el PP dispuesto a hacernos perder diez mil millones por ver a Sánchez morder el polvo? Espero que no, pero no me atrevo yo a jurarlo.
Nos queda, pues, un día de negociaciones histriónicas a tres o más bandas, en las que –además- si éramos pocos, parió la abuela: Yolanda Díaz se ha metido cual elefante desbocado en la negociación, implorando al PP llegar a un acuerdo. Ofrece a cambio todo tipo de sonrisas, escarbuceos y achuchoncios de su mejor repertorio.
Ya sólo falta que Rufián pida mesura y circunspección.