Políticos incorregibles
Antonio Salazar
No será la primera vez, tampoco la última, que hagamos nuestra la desazón que comparten muchos por la caída abrupta en el nivel del debate político. Es posible que tiempos apresurados donde todo se porfía en 280 caracteres no ayude a una exquisitez argumental pero harían bien en mostrar algo de respeto, sobre todo por los que no somos ni haters ni fans. Asumamos que el mundo es mucho más complejo que en cualquier tiempo pasado, lo que nos invita a pensar que, quizás, grandes líderes históricos que están en la mente de todos serían igualmente carne de hastags. No debería servir de consuelo. El mundo es más complicado pero parece indudable que quienes se adentran en la política suelen ser personajes ya curtidos en la propia vida de los partidos, sin más méritos que una trayectoria brillante de “síseñor” en la que se busca más la supervivencia que la brillantez. Es un trabajo curioso, extraordinariamente bien pagado para esos perfiles que apenas aspirarían al salario mínimo alejados del oropel y muy mal pagado para profesionales exitosos que huyen de la primera línea como el ratón del gato. No tiene solución sencilla, si elevamos los salarios sin modificar el sistema, seguiríamos teniendo a los mismos -malos-, solo que mejor retribuidos.
Decíamos de ese bajo nivel en el debate, trufado de cortes y ediciones para que todos parezcan o más tontos o más malvados. Es cierto que algunos lo ponen facilísimo por su locuacidad o por su reconocía capacidad para marcar el relato, un mal de nuestro tiempo. Sucede que Isabel Díaz Ayuso es uno de esos personajes, capaces de concentrar sobre sí toda la ira de unos y el cariño de otros, diga lo que diga. Su penúltima polémica viral ha sido porque las redes han entendido -no es descartable que lo dijese- que la presidenta madrileña cree que el cambio climático es comunista. Que ya es reducir al absurdo el debate. Obviamente el cambio climático no deja de ser un fenómeno natural con demasiados antecedentes, algunos incluso de cuando el hombre no estaba sobre la faz de la tierra. Y tiene su propia hoja de ruta. Por eso no debería ser incompatible admitir que se esté produciendo un cambio en el clima y, al tiempo, objetar las políticas que se llevan a cabo para tratar de mitigar sus efectos o, al menos, adecuarnos a esa nueva realidad. La infinita fatal arrogancia de muchos burócratas y cazadores de subvenciones les permite seguir creyendo que el clima es algo que se maneja a voluntad, donde la promulgación de leyes, mandatos y decretos será suficiente para acotar las temperaturas. Leyes que, en su inmensa mayoría, coartan, restringen o limitan severamente la libertad de los ciudadanos. Y es así, lo diga Ayuso o su porquero.