Pedir perdón
Francisco Pomares
De las casi cincuenta páginas del interminable y plúmbeo discurso con el que Ángel Víctor Torres intentó sofronizar ayer en el Parlamento a Sus Señorías y otro personal cautivo añadido, apenas un folio pelado lo dedicó a hablar del caso Mediador, al que se refirió -comparándolo con otros casos que definió como más graves, pero sin citarlos-, como un asunto que afecta exclusivamente a personas individuales, que no tiene su origen en su Gobierno ni en su partido, y que no debería salpicar a las instituciones, porque las instituciones no son responsables de lo ocurrido.
He de decir que comparto parte de esa idea: los políticos son personas, no manzanas, y es falso que una o dos políticos podridos metidos en un cubo pudran necesariamente a todos los demás que haya en el cubo. No es automático dejarse corromper por estar en contacto con gente corrupta, depende de muchos factores el sucumbir o no a la tentación de engolfarse. No debería descalificarse a un entero partido o a una institución porque un sinvergüenza hasta el tuétano, lance acusaciones a diestro y siniestro y se empeñe en volcar basura frente al ventilador. Eso es exactamente lo que está ocurriendo ahora con las abracadabrantes confesiones mediáticas del muy locuaz y muy arrepentido mediador. Sus historias para no dormir son un fantástico catálogo de chismes perversos, una colectánea de escenas de porno aficionado, pero mientras Navarro Tacoronte no aporte indicios razonablemente creíbles de las denuncias que hace, yo -al menos- no voy a creer su alegato de fondo: que estaban en esta pomada el presidente del Gobierno de Canarias, el del Cabildo de Tenerife, el alcalde de Arona, los cien mil hijos del PSOE en todo el país, el Gobierno regional, la mitad de los funcionarios (la otra mitad estaban teletrabajando), y todos los empresarios de Canarias, menos uno despistado que jamás pidió una licencia o recibió una subvención. El caso Mediador ya es de por sí bastante grave sin necesidad de más fantasías o exageraciones interesadas de su organizador y protagonista arrepentido. Yo prefiero pensar que Navarro Tacoronte se ha instalado en la delación como mecanismo de emporcamiento colectivo, pensando que a más implicados, más distracción de las responsabilidades.
Dicho eso, añadiré que me parece un poco oportunista que Torrres, del mismo partido que promovió la moción de censura contra el PP alegando que estaba enfermo de corrupción (y sanchista confeso desde los primeros tiempos) pretenda ahora que el personal diferencie entre aquellas corrupciones viejas y estas nuevas de ahora. Porque son exactamente la misma historia, y tienen el mismo origen: la avaricia y la deshonestidad. Si hay alguna diferencia entre la Gürtell o los Eres
y esto de ahora, es que aquello fue mucho más grande (en lo que alcanza la vista) y acabó pagando facturas a los partidos o servía a sus objetivos políticos, cosa que aquí no parece darse. Al menos hasta que alguien se meta a fondo en la contabilidad de las campañas del PSOE majorero, que dirigió personalmente Tito Bernie.
Pero ya tendrá tiempo Torres de darle vueltas a si este asunto de la corrupción estuvo o no instalado durante dos años en el departamento de Ganadería de su Gobierno, mientras él piropeaba en el Parlamento la gestión del sobrino Taishet, al que luego cesaría por falta de confianza. Tendrá tiempo para averiguar el presidente, si es cierto o no -como ha dicho el mediador Navarro Tacoronte- que estuvo de free lance en esos despachos, y si la responsabilidad de que campará por allí a sus anchas alcanza a la consejera. Tendrá también tiempo -supongo- de reflexionar sobre lo que pasa en el PSOE majorero, que lleva años sin levantar cabeza, y con demasiada gente pisando los juzgados. Y estoy seguro de que Torres lo hará, por la cuenta que le trae, y porque se lo van a pedir desde Ferraz.
Lo que probablemente no haga, porque no lo hizo ayer, cuando tuvo la mejor oportunidad, es pedir perdón a los canarios por este cúmulo de golfadas cometidas por gente del partido y del Gobierno que dirige. Prefirió presentarse como víctima de lo que ha pasado. No se quien se lo habrá aconsejado, pero es de una inaudita torpeza: ha usado los mismos argumentos para señalarse como damnificado, que uso Tito Berni en sus alucinantes declaraciones a este periódico, el pasado lunes. Presentarse como víctima es el argumento preferido de los culpables. Aunque es verdad que puede haber sido la costumbre: Torres lleva cuatro años vendiéndonos que ha sido víctima de todos los males. Esta vez, más le habría valido decirnos que lo siente. Y pedir disculpas.