Para empezar el año
Francisco Pomares
El presidente Ángel Víctor Torres ha decidido no subirse el sueldo en año electoral. Esa una medida inteligente. A su jefe, Pedro Sánchez, parece preocuparle menos lo que opine la gente porque si se lo ha subido, como todos los años. Creo recordar que uno de los argumentos utilizados en su momento por el Gobierno para aplicar las subidas era que los políticos son funcionarios públicos y si se sube a los funcionarios hay que subir a todos, porque lo contrario supondría incumplir la ley. Supongo que cuando se dijo eso era mentira, porque la ley no ha cambiado y ahora se pueden mantener los salarios de los políticos congelados. Es básicamente una decisión que regula la ley de presupuestos. No hace falta complicarse mucho. Supongo que el mensaje que se nos quiere mandar es que el país no está para dispendios, o quizá que nuestros dirigentes han descubierto de pronto las ventajas de la modestia. O las dos cosas.
Porque lo de que el país no resta para gastos choca con la realidad de los presupuestos más expansivos de la historia, el récord de recaudación, y la asombrosa cantidad de recursos destinados a lo que pomposamente se denomina una agenda social: dar dinero a quienes más lo necesitan, y hacerlo por todas las vías y mecanismos posibles: para afrontar la factura eléctrica, para moverse gratis, para cubrir los costes de la inflación alimentaria, para tener un ingreso que garantice el mínimo, y –hasta el día 31 de diciembre- para llevar el depósito. Las enormes colas delante de las gasolineras el sábado demuestran que se trataba de una medida popular. Personalmente creo que es más razonable lo que se va a hacer ahora: esa gratuidad del transporte público que permite desplazarse en guagua por la geografía de la isla sin coste alguno. Apoyar el transporte público frente al privado es una medida más razonable y más ajustada a las supuestas intenciones de la administración. Ya que estamos instalados en el reparto, quizá fuera interesante compensar a los profesionales del transporte público y de mercancías –taxistas y camioneros- con bonificaciones en el combustible.
Estaría bien, pero la cuestión es cuanto puede durar esta política actual de manos abiertas y como vamos a pagar la factura: en los últimos años, España ha pasado a estar en la cola de los indicadores europeos, mientras Sánchez presume en sus declaraciones que la economía nacional va a ser la que tenga un mayor crecimiento en 2022 de toda la OCDE. Es cierto, pero que los datos sean ciertos no significa que reflejen la verdad. La verdad es que España fue la economía europea que más se hundió durante de pandemia –el doble de la media- y la única del euro que en 2021 no había logrado estar en la renta previa a la pandemia. Es lógico que en 2022 crezcamos más que los otros: tenemos mucho más que recuperar, y además un chute hasta ahora constante de dinero europeo que se agota. Se agota el dinero que nos llegará, y se agota la política de compra de deuda.
Lo que debiera preocuparnos no es la presentación de los datos, sino la situación real del país. Y España no ha dejado de retroceder en los últimos años en relación con nuestros socios. La renta `per cápita española está -según Eurostat-, en los 27.000 euros, por debajo de los 28.500 de 2019, y muy por debajo de la media de los países del euro, que con 34.000 euros está bastante por encima de los 33.200 de 2019. Nos alejamos de la convergencia europea y seguimos gastando como si no hubiera un mañana, probablemente porque mañana estarán otros mandando. Y nuestros hijos, que van a pagar la factura de las alegrías de hoy: una relación de deuda sobre Producto Interior Bruto del 114 por ciento, un déficit desastroso del 4,6 por ciento, y una tasa de desempleo que no baja de los dos dígitos. Esa es la situación que tenemos, la liga en la que jugamos. Con los países del último cuartil.
Excepto en renta, todos nuestros datos son peores que los de recién incorporada al euro, Croacia. No es para presumir. Quizá haría bien Pedro Sánchez imitando a su colega canario y no subiéndose el sueldo. Pero haría aún mejor gastando con más tino, más pendiente de lo que el país necesita que de lo que necesita él para sobrevivir a las próximas elecciones.