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Níger: una crisis cercana

Francisco Pomares

 

El pasado 26 de julio la guardia presidencial de Níger, dirigida por el general Omar Tchiani protagonizó  un golpe de estado contra el presidente Mohamed Bazoum  que permanece desde entonces retenido como rehén por los sublevados en el palacio presidencial. Dos dias después Tchiani creó una junta militar liderada por él mismo, se proclamó Jefe de Estado y decretó el cierre de fronteras, la suspensión de las instituciones democráticas y el toque de queda nocturno en todo el país. Para justificar el golpe en el último de los países aliados de Occidente en el Sahel, Tchani dijo lo que suelen decir los dictadores: que se había levantado contra la corrupción, el despilfarro y la inseguridad. También alentó las protestas contra Francia, la antigua potencia colonial nigerina, que en los últimos tiempos había puesto en marcha la promesa del presidente francés de iniciar una “nueva era” en las relaciones con sus antiguas colonias, basada en lo que Emmanuel Macron denominó “una asociación de iguales”. Una asociación que asumía la reducción de la presencia militar francesa en Africa y que las bases fueran administradas conjuntamente con las fuerzas armadas locales. Era el reinicio del denominado ‘reinicio franco-africano’ prometido por Macron el 2017.

 

La junta militar golpista se dirige al país

 

El golpe de Estado parece haber dado al traste con todo eso: los manifestantes progolpistas en Niamey, gritan contra Francia, queman la tricolor, ondean banderas rusas y vitorean a Putin. Una turbamulta atacó la embajada francesa, prendió fuego a su puerta y rompió las ventanas de la delegación diplomática, precipitando la decisión de Francia y otros países occidentales de evacuar a sus ciudadanos.

 

En realidad todo apunta a que el golpe se produjo porque Tchani iba a ser destituido por el presidente, dentro de una operación de reforma de las Fuerzas Armadas nigerinas y fue muy probablemente esa situación la que desencadenó los acontecimientos.

 

Por supuesto, el golpe ha provocado una cadena de reacciones internacionales de rechazo, encabezadas por EEUU, Naciones Unidas y la Unión Europea, y precipitado acontecimientos muy preocupantes, que hacen incluso pensar en una posible extensión de la guerra que hoy enfrenta a Rusia y Occidente en una guerra regional que incendie el Sahel africano, aquí al lado mismo nuestro.

 

Tanto la Unión Africana como la Comunidad Economica de Africa Occidental (Cedeao), entidades a las que pertenece Níger, han condenado el golpe. La Cedeao se reunió en la capital de Nigeria con carácter de urgencia y dio al nuevo dictador un plazo de siete días para reponer al presidente derrocado. Si no lo hace antes del 7 de Agosto, cuando el plazo concluya, es probable que se produzca una intervención militar de Nigeria y de la fuerza de intervención militar de la Cedeao, que podría enfrentarse no solo a los golpistas nigerinos, sino a contingentes de Malí y Burkina Faso, dos países ya excluídos de la organización económica del Africa Occidental, precisamente por haber triunfado en ellos golpes militares en 2021 y 2022.

 

La mayor preocupación internacional es que esos países vecinos de Niger -Burkina Faso y Malí- inclinaron por dejación la balanza a favor de los yihadistas que actúan por todo el Sahel. Los gobiernos militares de Malí y Burkina Faso- han debilitado a sus ejércitos, privándolos de asistencia internacional, reduciendo así su capacidad e interés por enfrentarse al yihadismo. Incluso si el peligro de una guerra regional se logra evitar, es obvio que el golpe de Níger supondrá un retroceso en los esfuerzos para combatir la insurgencia yihadista más peligrosa del mundo, que se ha cobrado ya decenas de miles de vidas en el Sahel, especialmente en los tres países que hoy son dictaduras militares.

 

Para complicar más las cosas, la organización mercenaria Wagner se ha posicionado inmediatamente con el general golpista, aplaudiendo lo que Prigozhin ha calificado como “un levantamiento contra el colonialismo occidental”.

 

Y detrás del conflicto, la inmediata interrupción del abastecimiento de uranio a las centrales nucleares francesas, que producen el 70 por ciento de la energía que consume Francia, y que dependen del mineral que proporciona Níger para alimentar la tercera parte de sus centrales. Un gobierno sostenido por Wagner en Níger afectará sin duda al suministro energético europeo y agravará aún más la inestabilidad en el cercano Sahel.

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