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Ni contigo ni sin ti

Francisco Pomares

 

Hay veces en que las relaciones no tienen remedio, por mucho que se intente. Pasa en las parejas, en el trabajo y en la política: ante el desastre que ha supuesto la aplicación práctica de la ley del ‘sólo sí es sí’, con más de 500 rebajas de penas y medio centenar de excarcelaciones, Pedro Sánchez intentó primero poner en valor los éxitos de la coalición de izquierdas, sacar pecho con la apuesta progresista de un nuevo país, presumir de leyes de género que también traen cola (las ley trans, por ejemplo) y pasar de puntillas por el conflicto interno con Podemos, que no sólo desgasta a Podemos, sino a todo el Gobierno. La pelea, además, coloca al partido antes de los círculos y a sus figuras principales -Irene Montero, Ione Belarra-, en una situación de derrota política y pérdida de aliados en el Gobierno –incluyendo a la vice Yolanda Díaz, a Izquierda Unida, a la gente de las mareas, a la Colau, o a los apoyos secesionistas y radicales del Gobierno-, que no han salido a defender a Podemos en la ley de Rosell, porque entienden no es con ellos con quien va esta guerra. Por el contrario, el próximo 7 de marzo, la modificación de la ley será admitida a trámite con el apoyo del PP, y con el previsible apoyo conservador del bloque de la censura, Junts per Catalunya y el PNV. Por eso, las señales de Sánchez son cada vez más claras: la ley se va a reformar, con el apoyo de quien sea necesario, y es Podemos quien debe decidir cómo procesa que eso vaya a ocurrir.

 

En realidad, lo que está sucediendo, por más que Sánchez insista en que aquí nada se va a romper pase lo que pase, es que algo ya se ha roto. Sánchez quiere enterrar en los próximos días el cisma en el Gobierno con millones y más millones en becas, fondos europeos, o propaganda sobre decisiones ya adoptadas como el salario mínimo o la subida de las pensiones. Pero nada de eso va a hacer olvidar el error de cálculo sobre el impacto electoral que tendrían las rebajas de penas y excarcelaciones fruto de una ley de ingeniera social –y no es la única aprobada en este tramo de legislatura- que ni los votantes de izquierda ni las mujeres aplauden mayoritariamente. Una ley contradictoria y confusa que parece ir precisamente en contra de lo que el feminismo ha defendido durante años, penas mayores para los agresores sexuales, y que se pierde en una explicación sobre el consentimiento difícil de digerir.

 

A Sánchez siempre le han preocupado más los resultados que las ideas, que adapta según le conviene, inventando relatos contrapuestos, que han acabado por convertirle para muchos de sus propios votantes en un cuentista. El conflicto en el Gobierno por la ley del ‘sólo sí es sí’ ha roto el acuerdo de las mayorías que sustentaban la coalición de izquierdas, y lo ha roto de forma probablemente irreversible.

 

Sánchez ha cambiado su posición inicial porque los socialistas están asustados por primera vez. Los sondeos han comenzado a advertir al Gobierno que las rebajas de pena y excarcelaciones no van a olvidarse en unos días como se olvidaron los indultos a los golpistas del procés, la desaparición del delito de sedición o la adaptación del de malversación. Y no se olvidarán no porque tengamos buena memoria, sino porque las rebajas y excarcelaciones seguirán produciéndose durante meses y quizá años, recordando continuamente a los electores que el Gobierno aprobó una ley absurda e insensata, una ley que no convenció siquiera a las ministras socialistas. La ley fue aprobada no porque existiera unanimidad sobre ella, sino porque Sánchez no calculó el impacto de lo que podía provocar que Irene Montero quisiera pasar a la historia como la primera gran legisladora de género y se le ocurriera tirar de una jueza mediocre y resentida para rematar la faena. Supongo que pensó que si surgían problemas ya encontraría el relato adecuado para resolverlos.   

 

Pero esta vez ya no valen los relatos, ya no son suficiente: si seguía apoyando la ley, el PSOE estaba condenado a no lograr la reválida. Y con el rechazo de Podemos a cambiarla y una guerra interna abierta durante los próximos meses, lo que va a suceder es que Podemos van a llegar a las elecciones locales y regionales sin fuelle, como ya vaticinan todas las encuestas, incluso las del fiel Tezanos. Y si Podemos se hunde, no habrá forma de urdir las mayorías que hoy sostienen gobiernos de izquierda en ayuntamientos y regiones.

 

Ni con ellos ni sin ellos, tienen las elecciones de mayo remedio. Con sus nuevas medidas económicas, Sánchez quiere salvar las siguientes.  

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