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Marta tiene la culpa

Por Guillermo Uruñuela

 

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¿Se puede cambiar de equipo?

 

Es algo que me he planteado internamente en los últimos tiempos. Desde pequeño he sido del Barça y analizándolo en estos momentos de mi vida me planteo por qué decidí ese bando de las trincheras. Bien podría haber sido del otro, el del Madrid, pero no, elegí el conjunto de la Ciudad Condal. Supongo que aquí entraría en juego la influencia de mi padre, que más que ser blaugrana, disfrutaba con la derrota del club blanco. El doctor Uruñuela no era forofo del Barça, así que voy a exculparlo, de momento.

 

A Gabriela, la segunda de los cuatro hermanos, se la traía floja el fútbol como a mi madre. Ella estaba preocupada de que no le pillasen fumando pitillos a escondidas y esas cosas. Siempre fue la más avispada de los cuatro y así de bien le ha ido en la vida. Lourdes, la cuarta y última, tampoco prestó mucha atención a la pelota y sólo acompañaba a mis padres, por obligación y necesidad, a ver mis partidos que normalmente se jugaban a unas horas insoportables. Sábados a las nueve de la mañana. Alguien me tenía que llevar siendo un chiquillo y todos sufrieron ese trance.

 

Sin embargo, mi hermana mayor, futbolera en sus años mozos, decoraba la habitación con posters de Hristo Stoichkov. La recuerdo con tibieza en mi mente con la bufanda del Barça en la cabeza, llorando cuando su equipo perdía. Era pequeña; yo aún más, pero esa fotografía está en algún cajón de mi cerebro. Marta sí era del Barça. Y lo era a muerte. Aquí empiezo a encontrar respuestas.

 

A día de hoy, más con la razón que con el corazón me gusta el Real Madrid y lo que proyecta. Y no sólo sus triunfos, sino la forma en la que los consigue. La elegancia de los dirigentes del club y la educación de empleados y representantes de “La Casa Blanca”. Me gusta ver la calva brillante de Zidane, imperial él, siendo un embajador excepcional. Me gusta Florentino. Me gusta el orden que se percibe desde fuera del club. La sensación de control donde un tatuado no le puede echar un pulso al jefe porque pierde. Me gusta que festejen con las banderas del España los triunfos y la pulcritud blanca de su vestimenta. ¡Hasta Rafa Nadal es del Madrid!

 

Por contra, el FC Barcelona es un club dirigido por talegueros mediocres que dan vergüenza ajena. Los que están, los que se fueron y los que vendrán. Me pone nervioso el tinte político que ha tomado el club. Me enerva severamente la estupidez de los pitos al himno en la final de Copa en un gesto grosero que ya no tiene gracia. Estoy hasta los mismísimos de los lazos amarillos, de la senyera, de “su país”, de sus Guardiolas, del ADN de La Masía y de la colonia meada. E incluso de los políticos culés que se pasean insultantes por el Congreso de los Diputados y los ves como señoritos en el palco del Nou Camp.

 

Y en estas me encuentro. No veo ningún motivo para ser del Barça y todos a su vez para ser del Madrid, pero desafortunadamente, no se puede cambiar de equipo. La culpa es de Marta. Me inoculó el veneno y va la tía, años después, y me suelta que ya el fútbol le da igual. Vaya putada me hiciste, hermana.

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