Malos tiempos para la lírica parlamentaria
Por Álex Solar
Malos tiempos para la lírica, la parlamentaria, especialmente. Un diputado toma la tribuna en plena sesión final de investidura y le canta las verdades del barquero al Partido Socialista Obrero Español, al que afea su decisión de desbloquearla y le quita el carné de oposición de izquierdas. Lo vio toda España, sentada en su sofá, mientras el guiso de la cena se calentaba en otro fuego menos vivo.
No sería la primera ni la última vez que un padre de la patria elegido con nuestro voto democrático y pagado con nuestro dinero salta a la palestra para lanzar jeremiadas. Julio Camba, en su excelente serie de crónicas parlamentarias “Diario de un escéptico”, reseña así la intervención del diputado carlista Rafael Díaz Aguado Salaberry, furibundo representante de la minoría carlista: “Es un orador violento, exaltado e impulsivo. Estos oradores no son de mi gusto. No tienen nunca una sonrisa ni una ironía; no están jamás a tono con el ambiente que les rodea, y sus mayores indignaciones son acogidas siempre con una íntima y piadosa hilaridad. El Sr. Salaberry debe ser un hombre de mal genio; pero el mal genio no está reconocido todavía como una dualidad dialéctica (…) Yo protesto contra la oratoria agresiva del Sr. Salaberry, y amo, en cambio, la oratoria clara, reposada y serena de esos hábiles oradores que se levantan modestamente y comienzan a hablar, poco a poco, en una conversación florecida de anécdotas y de ironías, sin indignarse jamás, sin descomponerse nunca, sin abandonar la sonrisa ni perder la intención. Esta oratoria es compatible con todos los menesteres mentales del auditorio. Al tiempo que se le escucha se puede pensar o soñar, sin temor a que un grito inoportuno o un puñetazo inesperado vengan a deshacer la áurea madeja de nuestras cábalas imaginativas. Es una oratoria propicia al ensueño y a las buenas digestiones, y es la única oratoria que tiene razón de ser, puesto que ninguna verdad hay en el mundo que merezca la pena de decirse a gritos”.
Yo grabaría estas sabias palabras del cronista de las Cortes más ingenioso que ha existido en una placa de bronce, junto a la pareja de leones de la entrada. El Congreso, como concluía Camba en su crónica posterior a la sesión del 24 de mayo de 1907, “es un estrecho recinto en el que todo se puede decir a media voz”.
La bronca, los malos modos, amenazan con apoderarse del foro madrileño, también fuera de él.
Malos tiempos, para la democracia también. Cito a otro gran periodista, también fallecido: “Los partidos se han convertido en mecanismos del Estado, que se ha convertido en mecanismo de los bancos” (“Hijo del Siglo”, 1998, Eduardo Haro Tecglen).