La sonrisa de la Valido
Francisco Pomares
Dicen que después de la tempestad viene la calma. No siempre ocurre así: es verdad que ayer fue un día con menos alboroto que el jueves, cuando los teletipos empezaron a brincar al unísono con la filtración a los medios de PRISA del acuerdo entre Junts y el PSOE. Pero no podría decirse que fuera un día exactamente tranquilo.
Al menos, no en Canarias.
Después de unas semanas de sumar declaraciones contradictorias y verborrea vacía de sustancia, los de Coalición Canaria hicieron exactamente lo que desde una semana atrás se había decidido: firmar su propio acuerdo de investidura con el PSOE, el último por la cola, como todo en la tierra de una hora menos.
Se supone que la materialización de un pacto -sea un matrimonio, la compra de una propiedad o el rescate de un secuestrado- suele ser un momento de felicidad y contento. Pero las caras estrictamente funerarias de la diputada Cristina Valido y el secretario de organización de Coalición, David Toledo, durante el acto de la firma, contrastan con la alegría risueña de Nira Fierro -segunda de a bordo del PSOE canario- y la sonrisa profidén de la ministra Montero. En la instantánea, Válido parece sufrir un ataque agudo de acidez de estómago, y su rictus es el de alguien que está haciendo algo que es obvio que preferiría no hacer, como comerse una rata muerta. En cuanto al joven Toledo, sostiene el texto del acuerdo como si fuera la paralela de la renta, o la comunicación médica de que le han detectado (a él, tan joven) un bultito en la próstata. Con indisimulado desagrado.
Al final, la decisión de incorporarse al tren del sanchismo, una vez comprobado que sigue rulando sin descarrilar, se ha tomado a regañadientes, después de un par de semanas de exorcismos sobre el cadáver zombificado de la maltrecha democracia española. Después de cuatro años de comerse los mocos, en Coalición hicieron sus cuentas y llegaron a la misma conclusión que otros miles de comparsas a lo largo de la Historia, después de que el precursor Enrique de Navarra inaugurara el pragmatismo en política con aquella frase suya de “Paris bien vale una misa”. No le evitó morir a manos del exaltado católico François Ravaillac, pero su misa le permitió disfrutar unos años de la vista del Sena desde el Palacio del Louvre.
En Coalición no esperan llegar a Palacio, pero si pretenden no perder su puestito en el Congreso. Por eso fueron, por supuesto, los últimos en firmar, para garantizarse que el apoyo a Sánchez no fuera el último episodio previo a una convocatoria de elecciones. Los de Clavijo, que -por supuesto- no aparece en esta foto tan importante, tienen a partir de ahora un periodo indeterminado de tiempo -lo que dure esta legislatura que se adivina bastante tremebunda- para sacudirle el ciruelo al Estado, a ver si por el susto caen manzanas.
Tiene también esta gente errante y triste de Coalición la posibilidad de montar su propia pataleta con la votación de la ley de amnistía, que no apoyarán, porque ya han dicho que la amnistía es una inmoralidad. Bueno, también dijeron que no votarían a Sánchez, pero de 600 a mil millones directamente a la la faltriquera de Canarias bien valen un cambio de opinión. Si algo nos deja el tiempo de Sánchez en la política española es la percepción de que la política es el único espacio en el que caben dos verdades distintas al mismo tiempo, y pronunciadas además por el mismo mentiroso: los cambios de opinión nacionalistas sobre no apoyar a un gobierno con Sumar o a uno que apoyaran los de Junts, no son ni mejores ni peores que las demás falacias encadenadas que hemos escuchado en el discurso político estos días. Los cambios de opinión de los nacionalistas solo afectan a sus expectativas electorales. La diferencia es que los del PSOE tienden a descomponer la naturaleza de ese Estado -España-, que antes era más o menos sólido y ahora se nos antoja líquido tirando a gaseoso.
Toca ahora a Coalición hacerse perdonar por este rocambolesco ditirambo que le ha agriado a la señora Valido su proverbial sonrisa. Toca ponerse a exigir que se cumpla con los Presupuestos del Estado de 2023, a rascar en la redacción de los de 2024, y a pelear para que -en medio de la otra amnistía a Cataluña de la que se habla menos -la fiscal-, llegue algo alimenticio a nuestra España tropical.
Pelear todo lo que se pueda y cuanto antes, aunque con un solo voto no es mucha la capacidad de presión. Hará falta mucha habilidad y mano izquierda, y que los acontecimientos sean propicios. Y que Sánchez y su troupe de prestidigitadores y alquimistas capaces de vender una cosa y la contraria no se hundan antes de que Coalición logre hacer algo de caja, o el personal se olvide de la traición coalicionera.
Porque si no ocurre ni lo uno ni lo otro, es muy probable que la señora Valido no recupere jamás la sonrisa. Ni tampoco logré conservar su escaño.