La silla vacía en Navidad
Mar Arias Couce
No hace mucho me mandaban una viñeta de algún periódico en que se veía una gran familia alrededor de una mesa con un rótulo que rezaba: “Cuando éramos pequeños y en la mesa estaban los abuelos, los padres, los tíos, los primos, cuando no faltaba nadie… éramos ricos y no lo sabíamos”. Se me puso la carne de gallina acordándome, en efecto, de mis abuelos y de algunos de mis tíos que ya no están porque se fueron, en algunos casos, demasiado pronto. Recordé aquellas Navidades de niños, a ratos trasteando, a ratos aburridos con tanto mayor, me acordé de las comidas eternas y los chistes, y las risas, de los besos churretosos de los pequeños a los abuelos, de los niños repartidos por el salón en colchones porque todos querían dormir en la misma casa, juntos. De los adolescentes saliendo de fiesta mientras lo más enanos mirábamos con envidia… Casi podía oler el redondo de ternera de mi abuela, todo un clásico de esas fechas y escuchar a mi abuelo contándonos cuentos a la mañana siguiente.
Cuando vas cumpliendo una edad ya es difícil que no te pesen esas ausencias y en estas fechas navideñas son mucho más dolorosas.
No hay una imagen más dura que la de una silla vacía en torno a la mesa de Nochebuena o de Navidad porque en ella notamos la ausencia del ser querido que nos falta. Y las ausencias duelen. En esta época, es especialmente importante confortar a aquellos que han tenido pérdidas recientes, a quienes puedan estar más sensibles o deprimidos porque son quienes más lo necesitan. Cuando eres pequeño crees que los tuyos van a estar siempre, toda la vida junto a ti, pero al cumplir años te das cuenta de que eso no es posible y de que vas a tener que aprender a perder, algo a lo que esta sociedad no nos enseña.
Nos han contado, nos cuentan a diario, que lo podemos tener todo porque nos lo merecemos, pero la vida nos enseña otra cosa. Nos muestra que no hay alegrías sin tristezas, que se complementan. Tal vez lo mejor que podemos hacer es crear recuerdos estos días con los más pequeños, momentos imborrables, imperecederos, momentos únicos, que perduren en sus recuerdos para que, en las Navidades futuras, cuando noten nuestra ausencia, puedan esbozar una sonrisa recordándonos.
Se acaba un año más y ya asoma la cabecita el 2023 repleto de páginas vacías, lleno de oportunidades, así que desde aquí les deseo una feliz entrada al Año Nuevo, ojalá que sus sillas permanezcan ocupadas durante muchos, muchos años. Ojalá que sus recuerdos perduren siempre.