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La señal de Arafo

Francisco Pomares

 

Una población de 5.500 habitantes –Arafo- ha tenido que dejar de utilizar el agua de su red pública para beber o preparar la comida. Aunque el agua puede seguir usándose para lavar la ropa, fregar los suelos y ese tipo de actividades domésticas, es obvia la molestia e incómodo que supone no poder beber directamente del grifo, y tener que cocinar con agua embotellada. El motivo de la restricción fue la detección por la empresa responsable de la gestión del agua de potable del municipio de que esta se había contaminado por una bacteria intestinal que se encuentra en los humanos y otros animales, y que –de ser bebida en el agua de consumo- puede llegar a provocar dolores intestinales o diarreas.

 

Fue la empresa adjudicataria del servicio de gestión del agua de abasto municipal –Acualia- la primera en dar la voz de alerta y solicitar de las autoridades municipales la adopción de medidas restrictivas, en tanto no se detecta el origen de la contaminación. Mientras, se han realizado más análisis del agua para la confirmación de los resultadosobtenidos de las primeras muestras. El agua seguirá considerándose no apta para el consumo humano hasta que los análisis dejen meridianamente claro la inexistencia de contaminación o vestigios de esta que puedan resultar nocivos para el consumo humano. El estricto control de la calidad del agua es una de las competencias fundamentales de las empresas que se ocupan de su gestión. El control actual es exhaustivo en comparación con los que se exigían hace apenas unos años. Es difícil que situaciones de cierta gravedad que afecten a la población –similares a las que se produjeron en distintos lugares de Tenerife en un pasado no tan lejano- puedan reproducirse, porque los análisis son hoy preceptivos, recurrentes y se realizan con mucha más frecuencia que apenas hace unos años. Aún así, es difícil evitar que pueda producirse afección de las aguas si los sistemas de saneamiento no se actualizan. Y en Arafo hay muchísimo por hacer aún.

 

Aunque no es en absoluto el único municipio del Valle que necesita llevar a cabo una revisión a fondo de sus instalaciones de conducción de aguas residuales, y de las soluciones provisionales a las que se acude, que a veces pueden producir contaminación del subsuelo y algún nivel de permeabilidad entre las tuberías de aguas residuales y las de agua para el consumo humano. En pleno siglo XXI parece un despropósito que sigan planificándose instalaciones de depuración que luego no son utilizadas porque los municipios no son capaces de trasportar hasta ellas sus aguas sucias, que es el principal problema al que se enfrentan tanto Güímar como Candelaria y Arafo.

 

Es cierto que resulta difícil determinar exactamente qué ha podido producir esa contaminación de origen probablemente fecal en las tuberías de agua potable, pero –a pesar de los esfuerzos realizados en los últimos años- Arafo sigue siendo hoy uno de los municipios del Valle de Güímar en los que la red de tratamiento de aguas residuales, y su conexión con la depuradora situada en el polígono industrial está más atrasada. Las aguas negras del municipio se vierten en su mayoría en fosas sépticas, pozos filtrantes o van a parar directamente al mar, y eso a pesar de que hace ya más de un año fue inaugurada la depuradora urbana del Valle, la segunda oficialmente abierta en una década sin que ninguna llegara aún a funcionar.

 

Probablemente, el problema surgido en Arafo quedará resuelto en pocos días, pero quizá sea este un buen momento para que políticos y técnicos del Consejo de Aguas reflexione sobre la necesidad de tomarse en serio la planificación de las obras de depuración y saneamiento, y la urgencia de que esas obras acaben con incidentes como el de estos días.  Dicen que uno solo se acuerda de Santa Bárbara cuando truena. Pero no es de recibo que el abastecimiento de un entero municipio, aunque sea un municipio de poco más de cinco mil habitantes, dependa de que la empresa responsable del servicio tenga que traer cubas de agua de otros municipios para que los vecinos puedan disponer de agua para beber y cocinar.

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