El PSOE ha dedicado los últimos dos dias a minimizar el impacto de su decisión de entregar a Cataluña las competencias en emigración. Lo tienen difícil, porque Junts (ese partido con el que comparten hoy la supervivencia del gobierno de Pedro Sánchez, se la ha pasado estos dos dias haciendo justo lo contrario: demostrar la importancia de las concesiones (especialmente en materia de emigración) que recibieron a cambio de abstenerse en la votación de los decretos.
Entre las declaraciones melifluas de López o Bolaños y las muy asalvajadas de Turull o la señora Nogueras, uno no sabe, la verdad, a qué atenerse.
Y es que esta forma de hacer política que ahora se lleva, tiene algunos inconvenientes, y no es el menor de ellos la sistemática ocultación de lo que se negocia y se aprueba, cuando no de quien negocia y quien aprueba.
Quién: algunos medios, por ejemplo, detallan las reuniones y encuentros al filo de los últimos seis minutos de la prórroga de media hora, en los que la señora Nogueras dió por fin su consentimiento (que no el sí) a los socialistas, al parecer, después de recibir una oferta por escrito (estos no se fían un pelo de Sánchez, en eso se parecen bastante a la mayoría de los españoles) que nadie ha visto, y hasta hoy, nadie ha publicado. Pero hay otros medios, de los que se dice eso de “generalmente bien informados”, que aseguran que la negociación que convirtió el ‘no’ en abstención y ofreció a Turull la posibilidad de poner a quien quiera de patas afuera de las fronteras catalanas, fue obra directa del inclasificable Cerda, secretario general del PSOE y fontanero mayor del sindicato sanchista de fontaneros, nada menos que con el mismísimo Puigdemont en su celda de Waterloo.
No sabemos, en fin, su fueron los unos o los otros, aunque lo que sí sabemos es que cuando se votaron los decretos, la inmensa mayoría de Sus Señorías desconocían absolutamente si se había logrado o no un acuerdo, y a cambio de qué, es decir, desconocían absolutamente lo que estaban votando en realidad y porqué lo hacían. Para los que somos un poco antiguos, tendencia dinosaurio, resulta sorprendente el nuevo funcionamiento del parlamentarismo que nos ha traído la “gestión inteligente de la pluralidad”, según César Sánchez.
Y qué: consuélense Sus Señorías. Su ceguera sobre lo que se ha decidido es compartida por el cien por cien de sus compatriotas (con cinco o seis excepciones estadísticamente irrelevantes: Puigdemont, Nogueras, Sánchez, el fontanero Cerdá y algún ministrillo. Los demás ni zorra idea. Nos conformamos con algunos indicios, a colocar en la balanza de la verdad según preferencia ideológica: si somos del club de los que quieren seguir mandando, habrá que creer que lo que se le ha dado a Puchi es pura literatura, una delegación blandita de asistencia social y paguitas varias, que además habrá que tramitar como ley orgánica, con la probable oposición de los de Esquerra que han votado sí a los decretos, pero opinan que el pacto con Junts es xenófobo y aberrante. Es de suponer que se negarán a votar su conversión en ley.
Para los que se fíen de lo que dicen los de Junts, aquí lo que hay es otro conflicto constitucional como en la amnistía: el Gobierno puede delegar ciertas competencias en emigración, pero no puede renunciar a algunas de las que Junts dice que les ha firmado el PSOE en el papelito. Puede delegar Sánchez los cursos de macramé en los Centros de Emigrantes, pero no puede delegar la vigilancia de fronteras, ni la potestad de conceder la residencia, ni que Turull decida por sus turules cuantos delitos tiene que cometer un marroquí de L’Hospitalet para que los mossos lo suelten en la frontera de Lérida con Huesca, en la parte de Huesca. No puede Sanchez, ni por Ley orgánica ni por ser más guapo, listo, resilente y resistente que nadie. No puede, sencillamente.
Sánchez lleva años convenciendo a todos de que el poder puede ejercerse sin límites y sin consecuencias. Pero no es cierto, debería haberse dado cuenta de que su fórmula frentepopulista fue rechazada por los votantes. No lo hizo y persiste. Tampoco se dio cuenta de que no se puede gobernar eternamente por decreto, como un Maduro cualquiera, o ningunear a sus socios, y Podemos le ha devuelto con sus cinco miserables diputados la pelota, ensayando una vendetta de opereta siciliana. Ahora, en lo que es un asombroso desprecio a los valores y principios de la izquierda, Sánchez podría haber puesto en manos de un partidete xenófobo, instalado en el ‘Catalunya über alles’, la suerte de miles de inmigrantes que hoy representan casi la quinta parte de la población catalana. Ha entregado a su socios más belicosos y racistas una prerrogativa para actuar como agentes del capirote que Esquerra no parece estar dispuesta a aceptar. Y nos ha demostrado a todos que a él las personas le dan exactamente igual.
Bueno, siempre que sea cierto lo que dicen los de Puigdemont que han pactado. Que es probable que lo sea. Y también que -a lo mejor- en unos meses deje de serlo.