La izquierda que viene (sin haberse ido)
Francisco Pomares
Hace apenas unos días, la izquierda canaria anunció su intención de acudir unida a las elecciones, de confluir, de reeditar el pacto en tormo a la candidatura de Noemí Santana a la presidencia del Gobierno regional. Cierto que en esa cantada unidad de la izquierda faltan algunas piezas de lo que era la izquierda hasta ayer: falta la diputada Pita, que sigue deshojando la margarita de si dejar la vida pública o no, y falta lo que hay (si es que hay algo) alrededor de Alberto Rodríguez y ese nuevo proyecto suyo con nombre de árbol macaronésico. La unidad de la izquierda canaria a la izquierda del PSOE es más una declaración que un hecho, pero tampoco se le pueden pedir peras ni al olmo ni al Drago. Más aún en un momento de debilidad electoral manifiesta del radicalismo de izquierdas, alentada por la indefinición en torno a la inicial apuesta de Pablo Iglesias para sucederle –Yolanda Díaz-, abducida ahora por Sánchez.
La pregunta que hay que hacerse es si Sumar logrará arrancar en algún momento, y si después de hacerlo, una parte de Podemos acabará por sumarse al experimento del transversalismo couché. Es verdad que la vicepresidenta Díaz sigue siendo la política más valorada de España, sin que eso signifique necesariamente mucho, pero también es verdad que la valoración de los políticos españoles no es determinante para activar el voto del personal.
Podría perfectamente ocurrir que la ‘operación Sumar’ no sume absolutamente nada, que lo que logre sea restar diputados a la izquierda, tras dividirla por tres. Algo parecido a lo que ocurrió en la derecha con la aparición de Vox, aunque aquí quien llega no represente lo más radical del espectro izquierdista sino su lado más moderado, más simpático y sonriente, más compañero de viaje del PSOE.
Y eso ocurre en un momento en el que Podemos retrocede –o al menos eso dicen los sondeos- a cifras de respaldo similares a las que tuvo en la prehistoria el Partido Comunista primero, e Izquierda Unida más tarde. Resulta evidente es que ese retroceso coloca al partido de los círculos morados a mitad de camino de un cisma sin precedentes, con tensiones y conflictos que ya provocaron el desastroso resultado de la marca en Andalucía. Del impulso original de Podemos, como partido del 11-M, aglutinador del descontento y la rebeldía antisistema, es poco lo que queda: el discurso del hastío ante las castas ha sido borrado del mapa, ahora que a la dirección se le nota el tufo pijo de Galapagar, los peronistas errejonianos andan con su guerra de ganarle al PSOE en Madrid, y a Pablo Iglesias –tras sufrir el abrazo del oso Sánchez- le quedan solo sus cuatro admiradoras de probada lealtad y un par de ex jóvenes comunistas pasados por la Complu.
Pero quienes piensen que Iglesias está acabado se confunden. Es un tipo listo, con años por delante, está herido y es peligroso. Especialmente para sus socios de antes: porque él no gana absolutamente nada si Sánchez sigue en Moncloa con el apoyo de doña Yolanda. Ya hemos visto de la pasta de la que Iglesias está hecho, y como puede pasar de regalarle el pack completo de Juego de Tronos al rey Felipe a pedir que le monten la guillotina en la Plaza Mayor. Sin inmutarse: Iglesias es ante todo un animal político, un profesional del poder, carece de escrúpulos y de complejos, y a él lo que de verdad le conviene –personal y políticamente- no es que Yolanda Díaz siga apoyando a Sánchez y apoyándose en él para crear una izquierda fuera de su control. Por eso es cada vez más beligerante y crítico con su albacea testamentaria. A él lo que le conviene es que Sánchez pierda las próximas elecciones, que el PSOE se entregue a una guerra civil devastadora entre sanchistas y antisanchistas, que doña Yolanda acabe la pobre comiéndose los mocos en un rincón, y que la izquierda –la izquierda que él encarna- se radicalice a fuego contra el gobierno del PP y Vox. Esa es su apuesta, y va a jugarla fuerte, ahora desde el periodismo.
Quienes crean que la izquierda a la izquierda del PSOE logrará superar sus diferencias y acudirá unida a las elecciones generales, se equivocan. Al menos mientras Yolanda Díaz siga siendo la candidata. A la izquierda del PSOE, quien está es Iglesias. No se ha ido. Aunque probablemente espere para hacer como que vuelve a que el PSOE pierda las elecciones.