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La España caliente

Francisco Pomares

 

Sánchez y el PSOE se han desgañitado explicando que el sentido de las concesiones al independentismo no es otro que lograr la pacificación de Cataluña, ese regreso a lo que desde el entourage sanchista se define como“la normalidad democrática”. Y para demostrar que el método funciona, que se han conseguido éxitos palpables en la reducción del conflicto, se hace referencia a la descompresión lograda tras el indulto a los dirigentes del procés, y la desaparición de la sedición como delito. Si eso ha funcionado, si ha logrado reducir la presión indepe… ¿Por qué no habría de servir la amnistía para pacificar aún más Cataluña? Esa es la pregunta, que desde Moncloa se ha venido haciendo retóricamente estos días al conjunto del país.

 

Lo cierto es que el objetivo de la amnistía, como el de la suspensión del delito de sedición, o el indulto, no han tenido nunca como objetivo principal la pacificación, el retorno a la concordia en Cataluña. Su objetivo ha sido permitir la continuidad del Gobierno de Sánchez, lograr el voto imprescindible de los diputados de Junts a las iniciativas políticas del Gobierno –los presupuestos, por ejemplo- o ahora mismo sostener la propia continuidad de Sánchez como presidente.

 

Las renuncias de Sánchez a mantener el Estado de Derecho no han servido para el objetivo que ahora se presenta –lograr tranquilizar a una sociedad catalana dividida y enfrentada-, pero si han conseguido enfrentar y dividir a la sociedad española, fraccionada hoy ante el proyecto de amnistía de forma irreconciliables. La negativa de una parte importante de la ciudadanía española a aceptar la amnistía como un recurso político para allanar el camino al regreso del seny, ha provocado estos días de paroxismo y crispación situaciones inesperadas, como las manifestaciones espontaneas frente a las sedes del PSOE, la radicalización que se percibe en el entorno judicial entre progresistas y conservadores, o la declaración del Consejo General de Poder Judicial, extraordinariamente crítico con la amnistía.El poder judicial está dividido también, como lo está todo en este país, pero la ausencia de uno de los jueces progresistas en la votacióndel Consejo, demuestra que la disciplina partidaria impuesta a los jueces por su nombramiento político se relaja cuando de lo que se trata es de cuestionar la igualdad y el imperio de la Ley.

 

Y es que la mayoría de los jueces están muy enfadados: tras la llegada de Sánchez al poder, desde el PSOE se les encomendó que resolvieran el conflicto abierto con el procés–“es una cuestión que debe resolver la Justicia”, se decía- y ahora, después de dos años de cesiones continuas, se pretende aprobar una amnistía que les desautoriza, cuestiona su actuación, y pone en peligro el principio jurídico básico de igualdad ante la Ley. Hay jueces de derechas –probablemente la mayoría- y jueces progresistas. Pero ninguno de ellos está demasiado contento con la caja de Pandora abierta por Sánchez para mantenerse en el poder.     

 

Y a ese estado de ánimo se suma el bloqueo al que está siendo sometiendo Sánchez por las exigencias cada día mayores de un Puigdemont que quiere salvar con la amnistía todos los delitos de sus conmilitones. Los negociadores de Junts exigen la incorporación de más y más afectados por decisiones de los tribunales que poco tienen que ver con el propio procés: la dirigente de Junts Laura Borras, condenada a cuatro años y medio de cárcel y 13 de inhabilitación por haber adjudicado a dedo contratos a un amigo íntimo. O el abogado de Puigdemont, Gonzalo Boye, al que la fiscalía antidroga pide diez años de cárcel por pretender blanquear casi un millón de euros del narco Sito Miñanco. O ampliar la amnistía al fraude fiscal y blanqueo de capitales de la sagrada familia Pujol. Oincorporar a los implicados en el caso Volhov, donde se investiga a los amigos y colegas más directos de Puigdemont por las conexiones del independentismo con el Kremlin. O la condena a cuatro años y medio de prisión del ex conseller Miquel Buch, pornombrar asesor al escolta Puigdemont cuando huyó hacia Waterloo. O, más reciente, la imputación por terrorismo de del expresidenty su equipo de procesados recurrentes, de la que es difícil que la amnistía o cualquier otra decisión política pueda librarlos…

 

​Las cosas no están saliendo como Sánchez pensaba: una respuesta extraordinariamente dura de la judicatura, una creciente parálisis del Gobierno, y movilizaciones y algaradas en las calles. Sánchez las ha liado bien liada, con la inestimable colaboración de ese personaje indescifrable que es el ex presidente Puigdemont. Si fuera verdad eso de que quería reducir la tensión en Cataluña, le ha salido francamente mal. Lo que ha logrado es que media España arda en la indignación. 

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