La emoción de aprender
Usoa Ibarra
Me emociona una frase de una ponente, compartida en la tercera y última jornada, del I Congreso “Docentes por la Biosfera”: “He cambiado mi exposición dos veces, porque este público, estando un jueves y viernes por la tarde, y un sábado por la mañana con ganas de aprender, se nota que es crítico. Espero no defraudarles”. Este respeto a la profesión docente por parte de una de las expertas invitadas que dio una de las mejores conferencias del Congreso (por didáctica, práctica y participativa) es un extraordinario ejemplo de que la Educación y sus máximos exponentes merecen un trato diferencial.
Ella, como experta en su ámbito, podía haber llegado a exponer una ponencia “estándar”, que hubiera sido magistral (porque tiene currículum para ello), cumpliendo -obviamente- con las orientaciones temáticas impuestas por la organización, pero decidió modificarla desde el momento en el que se dio cuenta de que los allí presentes estaban invirtiendo su tiempo personal para que les dieran herramientas útiles con las que innovar en su práctica docente. Todos los que hemos estudiado mucho estamos cansados del valor de la teoría, y por eso, lo que demandamos y deseamos es el practicismo de los cursos de formación.
Esta es solo una anécdota relacionada con el I Congreso “Docentes por la Biosfera” que organizó el CEP de Lanzarote en coordinación con el Cabildo de Lanzarote y el Gobierno de Canarias. El título del mismo ya es llamativo, porque su objetivo fue utilizar los ejes de igualdad y sostenibilidad que desarrolla la nueva Ley de Educación (LOMLOE) para dar una formación extra a los docentes en materias de máxima actualidad que ellos trasladan a las aulas a través de sus programaciones: la igualdad de género, las energías renovables, el urbanismo, el agua o la desinformación sobre el cambio climático.
Actualmente la idea de la Educación es integral, es decir, sobrepasa los muros del colegio, porque debe transitar las realidades sociales, y en esa apertura, hacer de la escuela un espacio de conciencia plena de la realidad que la rodea.
Las escuelas ya no son ámbitos ajenos a los cambios sociales. Ya no son lugares donde sólo se examina académicamente a los alumnos de contenidos, sino que son espacios donde se enseña a convivir a través de valores cívicos, de buenas prácticas y modelos de desarrollo responsables y equitativos. Esa idea de que la “Escuela la hacen todos” o de que toda la tribu educa (incluyendo a las familias en esa responsabilidad compartida) es el sentido máximo de la LOMLOE.
Cierto es que para que todo el contenido de esta nueva Ley pueda ejecutarse hace falta la coordinación de los recursos de la Administración (que no siempre van de la mano de su legislación estrella) y la implicación posterior de los docentes.
El I Congreso “Docentes por la Biosfera” con más de un centenar de inscritos y la presencia de colegios e institutos que ya ejercen proyectos de buenas prácticas en sostenibilidad e igualdad en Lanzarote, pero especialmente, por el añadido de contar con expertos solventes en ámbitos dispares, demuestran a todas luces que hay un interés (de la Administración y de los profesores) por actualizarse y renovarse en conocimientos y metodologías para ser más eficientes en la respuesta a las necesidades del alumnado y del siglo XXI.