La cuesta de septiembre
Sara González
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El tiempo, una misma unidad de medida que adquiere distintos valores dependiendo de la edad de la persona que lo perciba, la actividad que esté realizando o la etapa de su vida en la que se encuentre.
Es curioso como un día, que son veinticuatro horas tiene un tiempo distinto para niñas y niños de dos años, cuya única preocupación es jugar, preguntar –casi las veinticuatro horas del día- “¿por qué?”, llorar cuando algo no le gusta o tiene hambre y decir: “mío, mío”.
Un mismo día, que para un adolescente puede ser aburridísimo, sobre todo en septiembre. Cuando el verano termina, es momento de volver a levantarse al oír el despertador, e ir a una sesión de monólogos con una duración de seis horas diarias sobre asuntos que les importan menos que la explicación de cómo se arregla un reloj.
Septiembre, ese noveno mes del año, que dura un tiempo total de setecientas veinte horas y que, repartidas entre los primeros quince días, son más inclinados que la cuesta de enero para las madres y los padres, pues comienza la carrera por la tan ansiada “vuelta a la normalidad”. Pero eso sí, con el abrupto coste que esto conlleva. Además de las mensualidades, hay que comprar los materiales que todas estas actividades requieren.
Un festín, la de la salida del dinero, que ha disminuido este último mes en la cesta de la comprar. La escasez de papas -uno de los productos estrellas de nuestra cocina- ha permitido el “ahorro” de unos pocos euros. Sí, digo pocos, porque ya vuelven a llegar las papas de Reino Unido a Canarias.
Con las mil y una combinaciones culinarias que se pueden hacer con las papas –arrugadas, fritas, panaderas, al horno, sancochadas, ensaladilla rusa o tortilla-, octubre se vuelve a llenar de color como si volviera la primavera o se instalara un arco iris constante en el cielo de Lanzarote. Claro, aunque esto último no es posible, pues para ello primero debe llover, y aquí, agua, poca, poca.
A pesar de ello, ya entrados en octubre, la pendiente de pagos empieza a bajar y con la llegada del otoño, el cielo local continúa siendo azul, como la lágrima que corta la alegría cuando, en la madrugada del 28 al 29 de octubre, se vuelva a retroceder el reloj una hora. Comenzando el lunes 30, con un breve trastorno de horario, al igual que sucede la primera mañana después de las vacaciones.
Menos mal que esa semana viene con un descanso, el miércoles. La celebración del Día de Todos los Santos, que favorece la adaptación al nuevo horario, ¡y esta vez sí hay papas para poder sobre llevarlo mejor! Aunque no hay que dormirse en comprar los ingredientes para el mojo, no vaya a ser que cuando llegue el momento, no haya, o estén demasiado caros, y es que el aceite ya está por las nubes.