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La calle de la incongruencia

Sara González

 

Escuche el artículo leído por su autora.

 

 

 

Me llama la atención la veloz fórmula con la que la mente relega algunos de los instantes de la vida que ya pertenece al pasado. Supongo que es parte del crecimiento depositar algunos de ellos en el eclipse de una masa, que yo no he visto, pero aseguran que es gris. O al menos así la llaman y ella responde a ese nombre. Tras este sobrante Kit Kat, y volviendo al tema en el que estábamos, en la que ahora, se superpone de vivencias actualizadas, y así sucesivamente.

 

En estas fechas carnavaleras. Las nombro en presente porque, aunque no lo parezca después de un mes, continúan algunas citas de esta celebración. Así que no se les puede hacer el feo. En esa búsqueda en la que cualquier ser humano se hace la misma pregunta -qué me pongo-, se le suma la indecisión de dónde estará la caja de los disfraces. Una caja, la misma de todos los años, y que cada doce meses la colocas en el mismo lugar, pero tras pasar esos 365 días (o 366, como sucederá el próximo febrero) no recordarás dónde pusiste esa caja.

 

Una vez que das con la ‘misteriosa’ ubicación de la caja, te dispones a abrirla. Este año ese gesto de destapar esa caja de pandora se convirtió en un momento mágico. No hay por qué negarlo, nos pasó a todos. En 2024 ‘no había polvo cubriéndola como si quiera protegerla de los rayos ultravioletas, era la calima que entró y se posó de golpe sobre ella para no cambiar tus recuerdos’. Tras esa alegría de sentir que hace tiempo que no se hace una limpieza profunda en algo que no usas, y por unos segundos piensas que este año sí lo harás. Una incongruencia.

 

De repente, ‘los imanes’ de los trozos de telas de todos los colores, estampados y tejidos, pelucas, sombreros y accesorios buscan sus polos contrarios hasta atraerlos, las manos. Mientras tanto, la caja susurra una ligera mezcla de melodías. -“Dame purpurina, dame carnavales”-“Azúcar”-“Nooo, no hay que llorar, que la vida es un carnaval”… Mensajes engañosos que preparan el resurgir, como si de Fénix se tratase, aquellos viejos recuerdos eclipsados.

 

Proyecciones de hace unos diez años, o más. Eso depende de la longevidad de cada materia gris. En mi caso, diez, o quizás doce, pero no más. Proyecciones que se instauran en la retina, como mínimo hasta el primer coso. Días o semanas (si eres cauto), porque hay algo que la masa gris no ha reparado en este tiempo, el termostato. Eso que una vez que salimos directos al coso, y tras pisar la calle de la incongruencia, esa que inesperadamente se convierte fría. Incongruente sí, porque a pesar de que dicen que la temperatura media del planeta cada vez está mal alta, ella decide llevarle la contraria justo cuando me pongo unos ‘trapos’ de antaño para el carnaval.

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