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Jugar (o no) en primera división

 

 

Fancisco Pomares

 

Junts no dejó pasar ni un día para aguarle a Clavijo su oferta de apoyo a la investidura sanchista. Bastó con asegurar que los indepes catalanes no se abstendrán en la investidura, que votarán a favor o en contra en base al cumplimiento de sus exigencias por parte de Sánchez. Nada de medias tintas: si el candidato se compromete públicamente con la amnistía y el referéndum, le apoyarán. Si no lo hace no le apoyarán. Después de semanas de hacerse los locos, en el PSOE ya es obvia la aceptación de la amnistía que hace unas semanas era considerada inconstitucional. De pronto, ha dejado de discutirse sobre ese asunto: la amnistía, se llame como se llame es ya un hecho. Uno se pregunta si de aquí a la investidura, que se quiere retrasar todo lo posible, el PSOE será capaz de aceptar también la celebración de un referéndum de autodeterminación (se llame como se llame).

 

Yo estoy convencido de que eso no va a ocurrir. Y no porque Sánchez no esté dispuesto a pagar cualquier precio por seguir en La Moncloa, o porque en el PSOE quede alguna voz dispuesta a plantar cara al patrón. Más bien porque Sánchez es consciente de que la aceptación de un referéndum –después de lo que ha llovido en este país desde el inicio del procés– supondría la liquidación de su mandato presidencial y un penoso juicio de la Historia.

 

Al margen de Sánchez y sus motivos, y pesar de las declaraciones a todo o nada de la tropa de Puigdemont, un Clavijo inasequible al desaliento volvió a insistir ayer en la posibilidad de respaldar con su voto la investidura si se dan dos condiciones clave: el compromiso de cumplir con la agenda canaria, y que la propuesta de amnistía que realice Sánchez sea constitucional. Falta una tercera condición imprescindible, que es la de que Junts se abstenga y cree las condiciones necesarias para que el voto de Coalición sea determinante. Y Junts ha dejado claro que eso no va a suceder. Cuando Clavijo amagó en contra de la amnistía, y ofreció dar estabilidad al Gobierno, lo hizo para que Puigdemont no sea quien controle el futuro político del país. Habría sido de ingenuos suponer que el fugado de Waterloo iba a permitir con su abstención que sea Coalición quien decida.

 

¿Por qué insiste entonces Clavijo en su disposición de negociar la investidura? ¿La declaración de Junts no ha bastado para hacerle entender que no le dejan jugar en primera división?

 

Yo creo que, en realidad, Clavijo no ha tenido nunca especial interés en posicionarse al lado de Sánchez. Se siente muy cómodo gobernando con Manuel Domínguez. Es consciente de que sus electores –los de Tenerife y La Palma, más conservadores que los de las islas orientales- no le perdonarían nunca la traición de ser quien decide la prórroga presidencial. Pero sabe también los riesgos que supone para Coalición la apertura de un nuevo proceso electoral, en el que la polarización izquierda-derecha jugaría sin duda en contra de las posibilidades del nacionalismo canario. Si Clavijo puede contribuir de alguna forma a que no haya elecciones, sin duda lo hará. Y tiene la excusa preparada: Coalición es un partido responsable y no va a permitir que el país se enfrente a un nuevo proceso electoral.

 

La insistencia en una oferta que tiene escasas posibilidades de ser realmente necesaria responde realmente al interés político: no se trata de lograr que Sánchez no dependa de los indepes (quizá más bien de señalar que depende de ellos), no se trata de evitar que Sánchez no tenga que cumplir con las exigencias de Puigdemont, ni siquiera de hacer patente la predilección de Sánchez por apoyarse en socios no constitucionalistas. De lo que se trata es de colocarse en una posición clave después de la investidura, cuando el voto de Coalición Canaria sí puede ser necesario para aprobar leyes, presupuestos e iniciativas del Gobierno, sosteniendo la legislatura.

 

El sentido de este pronunciamiento reiterado sobre su voluntad de negociar ahora no es colocar a Clavijo entre los que juegan el partido de la investidura en primera división, en el Estadio de la carrera de San Jerónimo, en Madrid. Es hacer patente que Coalición va a estar disponible y en el banquillo, a la expectativa de que haya que sustituir en el futuro –de forma más coyuntural que permanente- a alguno de los diputados que apoyan a Sánchez. Por ejemplo, a esos cinco diputados de Podemos que amenazan con convertir las votaciones menores del Congreso en un infierno para el Gobierno.

 

Un voto es sólo un voto, sin duda. Pero en esta legislatura, si es que llega a iniciar su andadura- habrá momentos en los que un solo voto será absolutamente decisivo para el Gobierno. Y valdrá más que su peso en oro.     

 

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