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Jubilarse

 

 

Por Francisco Pomares 

 

  • Lancelot Digital
  • Cedida
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    Dentro de un par de meses cumplo la edad legal para poder jubilarme. Llevo un par de años pensando qué me convendría hacer, si retirarme o seguir trabajando, y la verdad es que no me decido. La mayor parte de mi vida he sido autónomo, y he seguido siéndolo incluso cuando he estado contratado por el régimen general. Y alguien me dijo una vez que un autónomo es alguien que no se jubila nunca. Porque la pensión de un autónomo tiende a ser raquítica.

     

    Mientras deshojo mis dudas, comparto la de esa mayor parte de los jóvenes que piensa que nunca cobrara pensión. Probablemente no como ahora, no se sostendrán las pensionistas con la cotización de los actuales trabajadores, como sigue ocurriendo hoy, al menos en teoría. Supongo que se acabará por recurrir a otros formatos, similares a la mochila austríaca –los trabajadores cobrarán lo que hayan cotizado efectivamente, como si hubieran invertido en un fondo de pensiones-, o los sistemas serán mixtos –una parte públicos y otra parte privados-, o cualquier otro formato. En la Europa gobernada durante años por las socialdemocracias nacionales conviven una docena larga de sistemas de jubilación completamente distintos. La clave no es el sistema, sino la cobertura que se percibe, las garantías ofrecidas a las personas que ya no trabajan de que no serán despeñados por el Estado en el abismo de la pobreza. Es difícil que eso pueda ocurrir, al menos de una forma rápida, porque los votantes vamos a ser cada vez más viejos, y los políticos que toman las decisiones. no querrán arriesgarse a enfadarnos más. Actualmente, y a pesar de las agoreras cantinelas que insisten en recordar que el sistema colapsa, la tendencia es seguir subiendo las prestaciones conforme al coste de la vida, y aumentar aún más las más bajas, las no contributivas.

     

    No creo que pueda ocurrir eso durante mucho más tiempo. La preocupación de los jóvenes es razonable, las poblaciones del mundo occidental envejecen rápidamente, y los pronósticos demográficos para Europa son bastante cenizos: a finales de este siglo, y a pesar de un incremento enorme de la emigración, la población de Europa puede haber disminuido en alrededor de cincuenta millones de personas (el equivalente a toda la población española) y además habrá envejecido una media de 17 años. Ojo, no se trata necesariamente de que vivamos 17 años más de lo que vivimos ahora, es que habrá muchas más personas mayores y muchos menos niños y jóvenes. Aún así, la población va a envejecer. Ya son legión los científicos que vaticinan que los avances geriátricos serán enormes –la medicina va a ser una de las industrias de más desarrollo las próximas décadas- y la calidad de vida de los mayores será sin duda mejor que la de hoy. Con la Inteligencia Artificial aplicada a los diagnósticos y a la predicción individual del cáncer y otras patologías, y con tecnologías y medicinas desarrolladas por Inteligencia Artificial para curar enfermedades hoy asociadas a la edad, unido todo ello a la caída de la natalidad que define las sociedades prósperas, poder sostener la jubilación a partir de los 67 años va a ser imposible.

     

    La mayor parte de las nuevas profesiones –a las que van a dedicarse los jóvenes- no supondrán un enorme esfuerzo físico, ni un gran desgaste vital. La reducción de los horarios laborales –otra tendencia imparable en el mundo desarrollado- también producirá una vida memos dura que la actual. Hábitos de alimentación y ejercicio más sensatos que los actuales prolongarán el tiempo en que podamos vivir y trabajar en buenas condiciones.

     

    La cuestión no es si eso ocurrirá –para evidente que sí- sino si el cambio de actitud ante el trabajo llegara a tiempo de hacernos aceptar un sistema de pensiones al que los trabajadores se incorporen ocho o diez años más tarde de lo que lo hacen ahora. Esa es hoy probablemente la única fórmula para evitar el colapso de un sistema que cuando se implementó, cubría de media nueve o diez años de vida, hoy supera los quince y a finales de este siglo –si las jubilaciones se produjeran como máximo a los 67- debería cubrir 20 o más años.

     

    El sistema tendrá que reformarse, pero va a resultar difícil que si esa reforma lleva aparejada la única solución viable, que es aumentar el tiempo de trabajo previo a la jubilación, sea aceptada en sociedades que desprecian absolutamente el valor del esfuerzo, la responsabilidad personal, la previsión y el ahorro. Gobernantes, académicos, líderes sociales, deben implicarse en explica el mundo tan distinto al nuestro que se nos viene encima, sus limitaciones y exigencias. Explicar que el Estado no va a poder resolver todos los problemas a los que se enfrentan las sociedades, como si fuera capaz de producir bienes, recursos y atenciones de forma ilimitada.

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