Hedor insoportable
Antonio Salazar
El ambiente en que se ha instalado en la política expele un hedor inasumible e inaguantable. Es de agradecer, empero, que el presidente del Gobierno de Canarias, Fernando Clavijo, en el recientemente celebrado Debate sobre el estado de la nacionalidad reclamara un modo canario de hacer política por más que aprovechara para expresarlo el atinado eslogan de Binter que habla de un modo canario de viajar. Ojalá se pueda mantener en el tiempo, al menos es lo que esperamos aquellos que lo único que pedimos a los políticos es que nos dejen en paz y respeten nuestros distintos y particulares proyectos de vida. Hemos llegado a un punto en que todo es política, de inevitables reminiscencias fascistas cuando pensaban que todo se daba dentro del estado, nada fuera de él (minúscula deliberada en estado, al menos hasta que individuo pueda escribirse en mayúscula, como hemos explicado alguna vez anteriormente).
Un claro ejemplo, esa pretensión bien intencionada de impedir que un adulto pueda fumar en el coche en presencia de un menor. Un fin legítimo pero con medios inasumibles porque la justificación valdría igual para meterse en la casa de ese mismo individuo fumador con el fin de evitar que fume en la presencia de sus hijos. Es intolerable pero no parece inquietar a nadie porque en esa deriva que sufrimos, nadie se opone a los medios si el fin es (o parece ser) deseable.
Todos sabemos que defraudar a Hacienda tiene consecuencias y que conforme aumenta la conciencia fiscal del país (aunque sea a palos) más exigente será la sociedad. Pero nadie objeta que un defraudador fiscal pueda tener más sanción penal que un violador, por ejemplo. O que algunos supuestos se consideren imprescriptibles mientras que las responsabilidades penales por el mayor atentado de Europa, el 11-M madrileño hayan prescrito en este año. O, en otro orden, que se use información que debe concernir a particulares para acabar con un adversario (¿adversario?, ahora parecen todos enemigos) político. En el caso de Díaz Ayuso, señalando a un tercero que en el momento de la defraudación siquiera era pareja y utilizando a la fiscalía (“¿de quién depende?”, Sánchez dixit) para construir un escándalo que no se habría producido en el supuesto de no tener esa relación romántica. ¿Se han planteado todos estos personajes lo caro que se les va a poner tener vida íntima si el ejemplo prende y acercarse a un político, política o politique sea motivo de sospecha?
Hace años veíamos con cierta distancia y algo de humor el que los diputados de algunos países asiáticos resolvieran sus disputas a puñetazo limpio. Ahora que se empieza a observar espectáculos bochornosos en nuestras cámaras de leyes, ya no parece ni tan lejano ni tan divertido. A tiempo estamos de bajar el labio.