España es diferente
Mar Arias Couce
Todo el verano con cortes de agua en Lanzarote porque las infraestructuras, que llevan sin tocarse años, por no decir lustros, se caen a cachos. La palabra Obsoleta se nos queda pequeña. Sin papas porque un escarabajo guiri se ha puesto tonto y no nos llegan. Las naranjas a un precio que me estoy planteando empezar a chuparlas como si fuera un regaliz en lugar de hacer zumo. Estamos pagando el aceite como si fuera esencia de Chanel número 5 edición especial (sí, sí, sé que ya lo he dicho antes, pero es que me duele el bolsillo muchísimo) y así podríamos seguir varios folios o pantallas de ordenador, pero estamos preocupados todos por un descuartizador y por un besucón que, entre los dos, nos han dado el verano. De verdad que no nos extinguimos… pues no sé por qué, boletos los tenemos todos.
Tengo un amigo (bueno es mi marido, pero es que luego dice que lo meto en todos mis berenjenales) que siempre afirma que nos tendrían que haber conquistado los ingleses o los franceses, en el primer caso para tener a los mejores músicos del mundo, dice él, (a mí me gusta el indie español) y en el segundo para saber protestar y reivindicar en la calle lo que de verdad importa.
A nadie le gusta más que a mí este país, en la mayoría de las cosas, nuestro carácter, nuestro buen tiempo, nuestro sentido del humor, nuestra comida y el disfrutar del sol y el aire libre como nadie, pero seamos sinceros, en lo de defender lo nuestro, ahí, no. No es nuestro fuerte. Somos un poco ‘cuñados’, dando lecciones a los demás de lo que pecamos en casa. “Lo que habría que hacer”… pero no lo hacemos, y nos comemos con papas (con arroz, será, que las papas (cuando las hay) están imposibles) los precios que nos imponen con sumisión. Para entretenernos nos largan cualquier historia, da igual un descuartizamiento, que la ruptura sentimental de Rivera y Malú o de Piqué y Shakira que nos ha llegado a salir por las orejas.
En realidad, en asuntos como el del beso famoso, no debería ser impedimento reivindicar el derecho a besar y ser besadas por quien nos de la real gana, y frenar los pies a los prepotentes, con, una vez zanjado ese tema (algo rápido e indoloro como una tirita), centrarnos en lo gordo. En las cosas del comer, y del alquiler, y de las hipotecas, y de la gasolina… las que nos afectan a todos.
Esa es la realidad, si cobro lo mismo que hace un año pero mi sueldo me da para hacer la mitad de las cosas porque la inflación es galopante y no se toman medidas, tengo un problema.
Si no puedo pagar un alquiler de una vivienda porque no hay, y las que hay tienen un precio inviable, tengo un problema.
Si el aceite duplica su precio y las papas dejan de llegar, y las hemos dejado de plantar en la isla, en cantidad suficiente, tengo un problema.
Si nos cortan el agua de beber en pleno verano, tengo un problema.
Si un señor descuartiza a otro, tengo un cotilleo. El problema es de la justicia, de su familia y de la familia del fallecido. Les doy mi pésame a todos ellos, pero el problema no es mío.
Hasta que tengamos claras nuestras prioridades seguiremos siendo un país diferente y eso no siempre significa mejor.