En defensa del Chino Cudeiro
Andrés Martinón
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Si siguen mis artículos seguro que ya han leído que no me gustan los mensajes en plan “en nuestra época todo era mejor”. Siempre digo que cada época tiene sus cosas buenas y otras no tanto. Hoy voy a hablar de corrección y de cómo pese a que se diga que hoy todo es peor, en algunas cuestiones es todo lo contrario.
Y digo todo esto porque vi en Facebook un vídeo muy divertido de aquellos japoneses locos dándose tortazos a diestro y siniestro en el programa de televisión Humor Amarillo: una obra de arte de entretenimiento que, encima en España, como a las pizzas congeladas, fue enriquecido. Y me explico. El programa era una especie de Endurance, de ejercicio de supervivencia, de pasar pruebas físicas y de destreza de diversa índole. El vencedor ganaba un premio en metálico de un millón de yenes. Pero digo que fue enriquecido porque la versión original se hablaba de la competición, pero en España se doblaban los diálogos de la forma más surrealista que jamás haya visto.
Quien no recuerda los famosos Chino Cudeiro, el Emperador, Dolores Conichigua y otros. Eran tan absurdo que los presentadores españoles, Juan Herrero y Miguel Ángel Coll, pusieron el mote del Chino Cudeiro porque el realizador se llamaba Miguel Ángel Cudeiro.
Mi prueba favorita era la que el concursante debía atravesar una especie de puente colgante de gran inestabilidad con un balón de voleibol. A la dificultad de caminar sobre esa superficie movediza, se añadía que al pobre nipón de turno le lanzaban con una especie de máquina disparadora de balones. Y claro, los ‘francotiradores’ tiraban a matar y el sufrido aspirante recibía hasta en el carné de identidad hasta que doblaba las piernas y caía a la malla de seguridad.
Bueno, toda esta oda al mítico programa es para decir que un programa tan blanco, tan limpio de maldad y de sesgo político o social, hoy en día no sé si se podría haber hecho con esta nomenclatura.
De entrada, Humor Amarillo no sé si es correcto definir algo así. La alusión a determinados rasgos de la raza asiática se podría ver como un desprecio, que, a lo mejor, dicho de mala manera pueda tener razón, pero quien viera el programa entendería que no se hacía ninguna comentario despectivo ni que se falta el respeto a nadie.
Claro, al decir esto, me viene a la mente muchas cuestiones que eran normales en aquello días y que hoy serían impensables. Dígale usted a los payasos de la tele que no podían decir aquello de “Así lavaba, así, así… Así lavaba que yo la vi”. En alusión a una niña que iba a jugar antes de cenar, pero le hacían pasar por un martirio interminable de tareas domésticas.
Loquillo cantaba “Escupir a los urbanos y a mi chica meter mano” o directamente “La mataréeee”. Los Ronaldos hacían lo propio “Pegarte y luego violarte, hasta que digas sí”.
En definitiva, es verdad que hoy las letras de canciones de reguetón son más ordinarios y más obscenas. Yo diría que más bastas y explícitas, pero sin excesiva ni profundidad ni nivel creativo. Pero, en defensa de los jóvenes de hoy en día y del tiempo que le ha tocado vivir, en nuestra época también teníamos nuestra incorrección. Supongo yo, ahora pensando, que los mayores sí pensaban que de nuestra generación nada bueno podía salir. No sé si el tiempo les ha dado o quitado la razón.