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Elogio del autónomo constipado

 

Por Francisco Pomares 

 

  • Lancelot Digital
  • Cedida
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    La noticia es que empresarios y sindicatos se han puesto por una vez de acuerdo en algo, concretamente en el rechazo a la propuesta de autobaja del Gobierno. Los sindicatos se oponen porque creen que dejar a los trabajadores la opción de decidir si deben cogerse una baja por un resfriado merma la calidad de la Sanidad pública. Los empresarios porque entienden que se les carga con más presión económica. Personalmente creo que no hay para tanto.

     

    La llamada autobaja es algo que viene practicándose de manera corriente y moliente desde hace años. Cuando un trabajador se encuentra indispuesto, ya sea por una indigestión, un constipado o un dolor lumbar, es frecuente que decida por su cuenta y riesgo no ir a trabajar. Tiene derecho a hacerlo, sin necesidad de presentar una baja formal, si se incorpora a sus obligaciones laborales antes de 48 horas. Además, los tres primeros días de baja laboral no se cobran. Se trata de un mecanismo para desincentivar comportamientos abusivos. Por tanto, si no se cobran esos tres días, no sé yo en qué consiste el perjuicio para los empleadores. Es cierto que -hilando muy fino-, podría ocurrir que con el nuevo sistema un trabajador decida no ir al curro precisamente cuando más trabajo hay: si esta empleado en un comercio de ropa, los primeros días de rebajas; o si es camarero en un restaurante, las jornadas más duras del año, cuando se acumulan ágapes y fiestas…

     

    Eso supone un perjuicio real para el empleador, sobre todo en empresas pequeñas, pero ningún trabajador que repitiera ese formato más veces duraría mucho en su empleo. Los empresarios tienen un singular olfato para detectar abusos, que sin embargo no asiste a los jefes de sección o departamento en la función pública, donde es más frecuente que sean los propios colegas los que cuestionen el absentismo laboral de un compañero jeta que se escaquea cada vez que las cosas se ponen complicadas.

     

    La autobaja es en la práctica una forma de cumplir con la recomendación de médicos y sanitarios a sus potenciales pacientes, de que eviten acudir a los centros de salud para no colapsar el sistema de atención primaria, si lo que tienen puede tratarse con un parecetamol en casa.  No es nada nuevo, por más que ahora se revista de una pátina de oficialidad. Se trata de hacer lo que es correcto hacer, cuando uno sabe que lo que tiene es una enfermedad o dolencia pasajera y menor: ajo y agua, o lo que es lo mismo, paciencia y descanso.

     

    ¿Por qué protestan también los sindicatos? Probablemente porque en el sindicalismo actual –cada día con menos poder real, cada día más funcionarizado– se está mucho más pendiente de las formas que del fondo de las cosas. Es el principal defecto de las sociedades modernas, protestonas, obsesionadas con los derechos individuales, hipergarantistas, infantilizadas y aquejadas por el síndrome de que los ciudadanos necesitan en todo momento la guía y protección del Estado. Quizá parezca un bárbaro a muchos ciudadanos mimados por el discurso populista -que siempre da la razón al que escucha y propone soluciones tan simples como ineficaces-, pero yo creo que el Estado no se inventó para curarle a uno un resfriado, un dolor de tripa por exceso de ingesta navideña o una contracción muscular.

     

    Bastante tiene el sistema sanitario con ocuparse de las dolencias realmente insoportables o las enfermedades destructivas que aquejan a millones de personas. Una cantidad enorme de nuestros escasos recursos se gastan en eso, detrayéndolos de otras cosas importantes como mejorar la educación, mantener nuestras carreteras, o fomentar la igualdad de oportunidades, como para que un médico tenga que dedicar la mitad de su tiempo a recetar anticatarrales.

     

    La autobaja se me antoja un recurso muy razonable para frenar el colapso evidente de una Sanidad saturada por cuestiones difíciles de atacar, como son la circulación de nuevos patógenos, la extensión de la hipertensión, la diabetes y el cáncer (en parte consecuencia de hábitos descuidados de nuestra alimentación), las consecuencias de graves accidentes laborales o de circulación y –sobre todo- el envejecimiento galopante de nuestras poblaciones.

     

    Si quiere usted ser atendido por el sistema de Salud cuando tenga un problema de verdad, del que no pueda o no sepa ocuparse, aprender a gestionar su decisión personal sobre acudir o no al trabajo, a decidir si debe quedarse en casa para mejorar molestias o dificultades menores, puede ser un instrumento muy útil. Millones de autónomos de este país lo usan desde siempre, sin que la economía se hunda ni la Sanidad pública se desmorone. 

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