PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD

El tapón del nacionalismo

Francisco Pomares

 

Coalición Canaria acaba de cumplir 30 años de existencia. De esos 30 años, 26 lo han sido de hegemonía política ininterrumpida en las islas, y estos últimos cuatro –tras el desalojo de la práctica totalidad de las instituciones y corporaciones públicas de las islas-, de travesía del desierto, dónde únicamente han recuperado su plaza capital, Santa Cruz de Tenerife. Además de ser la primera vez que Coalición no controla el Gobierno regional –a pesar de haber mejorado en 2019 los resultados de 2015-, es también la primera en la que Nueva Canarias – una escisión de Coalición- gobierna en un pacto de izquierdas, y con un protagonismo sin duda superior al que le conceden sus cuatro diputados en el Parlamento. Se trata este, pues, de un aniversario salpicado de contradicciones que hacen visibles las luces y sombras de un cuarto de siglo de poder político regional. El hastío de la política y el cansancio de una parte muy considerable de la población con Coalición tiene además otras claves, por ejemplo la complejidad de un proyecto político permanentemente en conflicto interno que no fue capaz –25 años después de haber consolidado su poder en las Canarias- de implantarse de manera equilibrada en las islas.

 

Coalición no comenzó siendo una fuerza política, sino un pacto entre partidos para apoyar una moción de censura protagonizada por Hermoso, entonces vicepresidente regional, contra el socialista Saavedra. Fue ese el inicio de la heterodoxa andadura de un proyecto que cuajó con la presentación a las elecciones generales de 1993 de las AIC, ICAN, el Centro de Olarte, Asamblea Majorera y el PNC, por primera vez bajo las siglas de Coalición. El experimento funcionó y permitió a los nacionalistas obtener cuatro diputados en esas legislativas y 21 en las regionales de mayo de 1995, consolidando con ello el Gobierno nacionalista, en un pacto con el PP.

 

​Diez años más tarde, ICAN sufrió una escisión –principalmente en Gran Canaria- que daría lugar a Nueva Canarias, un partido liderado por quien fue presidente del Gobierno de Coalición Canaria hasta 2003. Solo dos meses después de esa escisión, en mayo de 2005, la coalición de partidos optó por crear un partido único, con el mismo nombre usado para participar en las elecciones: Coalición Canaria. 

 

​Durante doce años, desde sus inicios como fuerza política hasta la escisión, Coalición se mantuvo en el poder, siendo siempre la fuerza política más votada del archipiélago, con más de un tercio del voto regional. A partir de la escisión, el voto nacionalista se dividió entre Nueva Canarias y Coalición, que dejó de ser la fuerza política mayoritaria: en 2007 lo fue el PSOE, en 2011 el PP y en 2015 y 2019 nuevamente volvió a serlo el PSOE, aunque en 2015 con un práctico empate de las tres fuerzas mayoritarias que quedaron todas por debajo del veinte por ciento de los sufragios.

 

La suma de los votos nacionalistas –Coalición y Nueva Canarias-  supuso el 30 por ciento de los votos en 2007, un porcentaje del 35 por ciento en 2011 y del 29 en 2015. En 2019, el PSOE obtuvo el 29,43 por ciento de los votos regionales, la suma nacionalista el 32,58: un 23,32 Coalición y un 9,26 Nueva Canarias. El año de la victoria de Torres, el nacionalismo canario tuvo más votos que el PSOE, y los nacionalistas lograron su mejor suma de resultados.  

 

Durante estos 30 años, tanto Coalición como el conjunto del nacionalismo canario han resistido mejor el desgaste electoral de lo que lo han hecho el PP y el PSOE. Lo exótico e inexplicable es que, manteniendo esa extraordinaria capacidad de resistencia electoral, el conflicto de liderazgo entre Coalición y Nueva Canarias –que provocó la escisión de 2005- llevara al PSOE al gobierno regional. Ocurrió gracias a una quiebra en la unidad política del nacionalismo que lastra con enfrentamientos improductivos y constantes sus posibilidades de gobernar, con brobcas en los medios, en el Parlamento y entre instituciones y corporaciones, mientras la actuación parlamentaria en el Congreso se coordina y maneja sin demasiados problemas.

 

Porque en realidad, al contrario de lo que se despacha, no se trata de un conflicto ideológico –por más que Nueva Canarias guste de situarse en la izquierda y a Coalición en la derecha-, sino de un conflicto de intereses personales. Una pelea por ver quién manda, que empezó entre Román Rodríguez y Paulino Rivero (duró casi una década, aunque ahora están reconciliados), siguió con Román y Adán Martín, y se agudizó con Román y Clavijo. Hasta que Román logró colocarse con Torres…

 

Comentarios (0)