PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD

El retorno de Soria

 

Por Francisco Pomares 

 

A José Manuel Soria no lo derrotaron hace algo más de dos años las urnas: lo derrotaron los medios -sobre todo las televisiones, que se la tenían jurada- y también los suyos (los más cercanos, recuerden "El Padrino" de Coppola), después de que el hombre se refugiara en la mentira para ocultar lo de Panamá, y -sobre todo- los movimientos previos a Panamá realizados en su empresa familiar. Soria no quería silenciar esos movimientos ante la opinión pública española. Quería ocultárselos a algunas de sus personas más próximas. Por eso se arriesgó. Debió creer que su estilo trapisondista -ese estilo que le permitió esquivar conflictos y denuncias en Canarias- iba a salvarle de la quema en Madrid. No ocurrió así porque la caída de Soria no fue solo la caída de un señor que había mentido a los españoles sobre sus cuentas y negocios fuera de España. Fue, sobre todo, la caída de un ministro enfrentado -a muerte- al todopoderoso ministro Montoro, y a la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, cuidadora del reino de Rajoy y quien tenía entonces las llaves del Centro Nacional de Inteligencia.

 

La historia de la caída de Soria es entonces lisa y llanamente el final (hasta entonces) de la historia del conflicto entre Soraya y Soria. Y el regreso de Soria es la demostración de que tras el último capítulo de aquella historia de conflictos, cabía aún un epílogo. Ahora, con la ayuda de Soria y sus trajines en el grupo de ministros damnificados por Soraya (el G-8), Casado se ha convertido en presidente del PP. Un presidente elegido por menos votos que ningún otro en la historia de su partido (cosa de las elecciones libres), y con una investigación sobre sus estudios abierta en los tribunales de justicia. Casado no es en absoluto tonto. Tampoco es -probablemente- el próximo presidente del Gobierno del país. Pero va a ser un tipo decidido a recuperar un discurso ultramontano para el PP. Eso le alejará del Gobierno, pero le permitirá crecer electoralmente. No hasta lograr los resultados que obtuvo el PP en las últimas elecciones generales, eso parece imposible, pero -al menos- logrará frenar el derrumbe que vaticinaban los sondeos, y el rapto del voto derechista por Ciudadanos.



Su discurso ahora consiste en defender la unidad del PP y -dice él- su "limpieza y honestidad". Una tarea más complicada: tendrá que enfrentarse a las sucesivas sentencias sobre la Gürtel y otros casos de corrupción y -sobre todo- al devenir judicial de la investigación sobre su concreto currículo. Contar entre sus aliados con alguien con una imagen tocada por el escándalo -como el único ministro que tuvo que dejar el Gobierno por los "papeles de Panamá"- no parece un buen camino. Aunque ya hay gente del equipo, como la agradecida Hernández Bento, que alardean con satisfacción de que Soria vuelva.

 

¿Volverá? Sí. Ya ha vuelto, de hecho. Su participación en el Congreso del PP como el compromisario con más votos entre los afiliados que estaban al corriente de sus cuentas y además acudieron a votar es una demostración de su peso en el partido en Gran Canaria. Personalmente no creo que piense en rehacer su carrera política. Lo que Soria se plantea es recuperar su influencia, su peso en el partido y su capacidad para mangonear nombramientos y cargos. Eso no le vendrá mal a alguien que ahora se defiende trabajando con una consultora de su propiedad. Y, además, encaja perfectamente con el talante de alguien como Soria. Alguien que en los próximos meses va a dedicar su tiempo libre a recuperar el control en un partido dividido y sin liderazgo, en el que dos de sus criaturas más cercanas -María Australia Navarro y Asier Antona- se la jugaron bien jugada, al estilo Corleone. Pero no han sido capaces de aprender de su mentor cómo se manda un partido de derechas.

Comentarios (1)