El ministro y los ministrables
Francisco Pomares
Aunque no resulte tan evidente como cuando Saavedra, o Soria, o López Aguilar eran ministros, Canarias cuenta en estos momentos con alguien que se sienta en el Consejo y participa de sus deliberaciones. Se trata de Héctor Gómez, ministro de Industria, Comercio y Turismo, un sanchista de primera hora. Se hizo sanchista muy tempranamente, cuando ni siquiera existía nada que pudiera ser calificado de sanchismo: ocurrió siendo concejal de Pedro Martín en Guía de Isora, en los encuentros y almuerzos del entonces diputado por Madrid, Pedro Sánchez, con los jerifaltes del PSOE en el Sur tinerfeño. Don Héctor fue quien sacó las fotos de esos encuentros.
Desde entonces, y a pesar de que el resto del partido en los sures se posicionó casi como un solo hombre a favor de Susana Díaz, don Héctor se mantuvo activo y fiel a Pedro Sánchez en los sucesivos lances del futuro presidente. Fue, por ejemplo, el principal organizador de la recolecta del voto tinerfeño a Sánchez en las primarias que le convertirían en secretario general. Y nunca dejó de apostar por él, a pesar de que eso le costara perder para siempre el apoyo de alguno de sus mentores políticos, que apostaron por la andaluza Díaz.
Sánchez le recompensó nombrándole en 2017 secretario de Relaciones Internacionales del PSOE, cargó que desempeñó algo más de cuatro años, y luego director del Instituto de Turismo de España, puesto en el que aguanto mucho menos, apenas hasta la convocatoria de las elecciones de 2019, en las que repetiría como diputado al Congreso. Fue sorpresivamente nombrado portavoz del grupo socialista del Congreso, para cubrir el hueco dejado por Adriana Lastra en 2021, pero no destacó mucho y un año después fue sustituido. Varios meses más tarde, ya a punto de finalizar la legislatura, Sánchez le nombro sorpresivamente ministro, en sustitución de Reyes Maroto, sacrificada por Sánchez como candidata a la alcaldía de Madrid.
En los pocos meses que ha ejercido el cargo de ministro, antes de desempeñarlo en funciones, no tuvo nunca un perfil extraordinariamente destacado. Sobrevive siendo un ministro en absoluto conflictivo, y siempre leal a su señorito.
En los últimos días, los analistas y comentaristas políticos de Madrid Villa y Corte aseguran que sus días como ministro están contados, bien sea porque Sánchez no logre componer una investidura cada día más esperpéntica, bien porque ya le han buscado repuesto como cuota canaria en las reuniones del Gabinete. Los dos nombres que más suenan para sustituirlo son el del expresidente Ángel Víctor Torres, y el de la también expresidenta del Cabildo de Lanzarote, Lola Corujo.
Parece completamente innecesario explicar cuáles son los méritos de uno de los barones del PSOE más destacadamente sanchista, capaz de defender sin sonrojo alguno posiciones contrarias al interés de las islas, si emanaban del todopoderoso Sánchez. Tras ganar las pasadas elecciones y perder el Gobierno por una ‘alianza de perdedores’, Torres se encochinó en la denuncia de esa alianza. Dejó de hacerlo en el mismo momento en el que Sánchez perdió las elecciones, pero comenzó a moverse para mantenerse en el Gobierno, sacándose de la manga su enésimo cambio de posición, transformándose de detractor en partidario de la amnistía para los condenados por el procés. Torres ha negado reiteradamente querer ser ministro, y ha defendido apasionadamente su rol como líder de la oposición. Pero quienes le conocen bien, los amigos que le acompañaron desde el socialismo agrario y la alcaldía de Arucas, hasta sus cuatro años en la presidencia del Gobierno regional, aseguran que sólo espera que la investidura acabe, para que Sánchez cumpla su promesa y le envíe el motorista. No es el único que espera: Lola Corujo –una de las más rápidas adaptaciones del susanimo al sanchismo– también pelea la plaza con esforzado tesón. A su favor juega una gran amistad con Rodríguez Zapatero, convertido hoy en uno de los dirigentes más influyentes del entorno de Sánchez, y cuenta también -la señora Corujo- con el partido que ha sabido sacarle a ser la mandamás de la isla de La Mareta, donde a los jefes del PSOE les gusta pasar sus vacaciones. Corujo supo conectar muy bien con Zapatero y su mujer, Sonsoles e intentó hacer lo mismo con la actual pareja presidencial. No le dio tiempo, pero en Moncloa la consideran una política fiable y de fiar. Tras perder el Cabildo de Lanzarote, Corujo quiere dar el salto a la política nacional y ha comentado en más de una ocasión que si Héctor Gómez es hoy ministro ella también puede serlo mañana. Probablemente no le falte razón.